lunes, 28 de diciembre de 2009
Traducción IX
sobre los valles de flores
y los campos de cultivo
con dientes de fuego
entre la hierba.
Seis cielos después
la tormenta quemará
los frutos de la tierra
como una serpiente
bajando del cielo.
La guerra incendiará los campos de flores;
la sangre de diez mil guerreros
inundará los campos de flores.
Mil cielos después
no quedará rastro alguno
ni sombras de nuestros padres,
sólo se escuchará
el furibundo grito del viento desbocado
sobre lo que alguna vez llamamos patria.
Así lo dejó dicho Axctlactun
en el año seis-fuego.
–Anónimo - Ixtlactuan
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Heart is lead
now I am the frame.
–Oceansize - The Frame
Callar a la voz
que apaga los dientes
y consume sonrisas.
Callarla por siempre;
limpiarme
de sus letras sucias,
de su saliva sobre mis ojos;
quitar para siempre
su cadena de mi cuello,
su frío de mis rodillas.
No puedo comer,
ni dormir
hasta que la voz
desaparezca;
hasta que haya silencio
y respire profundo
y expulse su veneno
por mil años
de una vez y para siempre.
No volverá
diciendo de nuevo:
poseo todo lo que amas,
y lo hundiré en fuego
y migraña;
y tú volverás al suelo
donde tu espíritu pertenece;
no eres digno
de lo que tienes.
La voz se callará para siempre
o dejaré que el hambre me mate;
que la falta de sueño
trastorne la memoria
(la memoria, aguijón de porcelana)
y las paredes me traguen.
Ahogaré el hálito
con cada fuego de mi alma;
nunca veré su aliento congelado,
ni sentiré otra vez
la punzante presión
en mi pecho.
Escúchame:
no caeré ante ella de nuevo.
jueves, 10 de diciembre de 2009
Uno menos uno
Los ojos son la punta del iceberg,
miran mis manos
y se inundan del brillo
caótico
que lucha por salir.
Arrastrada por la inercia
de su deseo,
busca mis labios
como cenote
bajo el desierto:
apaga la sed en mis labios
apaga su sed con mis labios
apaga mi sed con sus labios.
La sed se extingue.
cero:
La unión diluye los cuerpos
convulsivamente.
Luces apagadas para siempre,
respiraciones matematizadas,
interminables progresiones
de pies paralelos
cruzando la calle;
incontables uniones
simultáneas
ocurriendo en otros lugares,
cada uno de ellos
sintiéndose único,
todos ellos pensarán
que nadie alcanza sus alturas,
sus pies son de vapor
y las manos de cascada,
y sus mundos son cuerpos
cerrados sobre sí mismos,
comple mentarios
y diluidos.
Los ojos son la punta del iceberg.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Un pacto
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
–Octavio Paz - Piedra de Sol
–Claro que no, y lo sabes. Tú también quieres una salida fácil, sólo tienes que estirar la mano y tomarla.
–Pero no sé, no estoy seguro. (Volviendo al sillón junto a Cristina, con el corte asimétrico de cabello, el delineador de ojos marcado, labial rojo. En el fondo: post-rock poco comercial; guitarras muy distorsionadas, notoria desesperación en la voz del cantante, batería polirrítmica, estructura poco convencional.)
–Si tienes miedo, sólo dímelo. (Ella, conociendo perfectamente las debilidades del oponente. El orgullo en particular. Él sólo reaccionó con un destello fulgurante en los ojos [Explico: el destello demuestra que Cristina lo afecta. La acción resultante sólo es un intento por detener el curso de la conversación] Ella simplemente da otro trago a su quinto vodka de la tarde.)
–Obvio no. Sólo que pienso que es una pendejada. (Explico: Cristina y Luis faltaron ese día a la escuela. Compraron una botella de vodka y fueron a una de sus casas, donde no estaban los padres de ella y había media botella sobrante de la semana anterior, cuando hicieron exactamente lo mismo. Después de terminarse la mitad restante, abrieron el nuevo vodka y se besaron desinteresadamente [Explico: amigos, no amantes]. Cristina no propuso el pacto suicida hasta que sonó su canción favorita. Casualmente, también notó el estado de ebriedad de Luis, por lo que se arriesgó a proponerlo.)
–Una pendejada a la que le temes. (Ella, acercando su rostro al de Luis y mirándolo fijamente a los ojos, como observando el reflejo –y sólo el reflejo– de los miedos más profundos; viéndose reflejada en un reflejo, infinitamente, hasta descubrirse dentro de él: Cristina tiene los mismos miedos y quiere la misma salida fácil pero le tiene miedo al suicidio, infinitamente. Ella leyó sus ojos por veinte segundos, en los que él sintió la mirada y el juego infinito de espejos que llevó, infinitamente, a la unión absoluta de ambos.)
–Tienes bonitos ojos. (Explico: él notó un nuevo brillo en los ojos que lo observaban, similar al que impulsó al principio a Cristina para observar su mirada por veinte segundos, pero el brillo tenía sus diferencias, pues se trataba de ella y no de él; la diferencia era una especie de complementariedad que se sumó a la unión –ya dije, absoluta e infinita– de ambos dentro de él; una especie de baile etérico donde los cuerpos se anulaban y la idea del suicidio quedó atrás.)
Después el brillo mutuo en los ojos impulsó a Luis hacia los labios de Cristina, pero el beso no fue como los anteriores. Este en particular fue una representación de la unión –reitero: absoluta e infinita– de los dos. Los labios querían destruir por la fuerza los límites entre los dos; anular los cuerpos y las mentes y la idea del suicidio de una vez y para siempre, porque a partir de ese momento cada acción y cada gesto entre ellos tenía una reverberación eterna; cada movimiento de los labios y las lenguas era un acto de guerra en contra del otro, un intento de anular a todo menos esa unión absoluta e infinita de ambos en uno solo.
Después del beso ambos se vieron a los ojos. No dijeron nada, porque cualquier palabra sería insuficiente –y, sobre todo, innecesaria–. Sólo miraron mutuamente sus ojos antes de que ambos, simultáneamente, tomaran su vaso –o el del otro, ya no importaba– y bebieran. No fue la última vez que faltaron a clases.
lunes, 30 de noviembre de 2009
Gravedad
en la mano
y refugia
tus deseos
en él.
Reconoce:
al miedo
entre el suelo
y tus pies;
el miedo
al libro;
el miedo
a cada letra
de cada carta
que mueres por escribir
que mueres por recibir.
Tu mundo gira
alrededor
de la punta
de sus dedos.
El mar aguarda
para revolcarte
como en aquella ocasión.
Esto es importante:
no morirás
mientras el mar te arrastre.
Egoísmo,
respira despacio
mientras sientes el miedo.
Afuera,
lejos de ti,
se consumen las ideas;
el suelo se mueve;
el presente
es mejor que el pasado.
Pero sigues
arrastrando cadáveres;
besando fantasmas
mientras el tiempo
consume tus deseos.
Así que besa la mano.
Esto es importante
porque llevas mucho tiempo
sin darte cuenta
de que hoy besó tu mano.
domingo, 29 de noviembre de 2009
Aperitivo para algo mejor
–Señora, parece que el tumor que encontramos en el cerebro de su hijo es benigno. En los últimos meses no ha cambiado de tamaño, así que/
–¿Así que qué?
–/no es necesario extirparlo. De hecho sería más peligrosa la extracción que los efectos del tumor en su hijo.
El tumor causó una especie de autismo en el hijo: percibía el mundo exterior, pero reaccionaba como autómata. El electro-encefalograma detectó una cantidad enorme de actividad cerebral, a pesar de que nunca se manifestaba. Además, el coeficiente intelectual del niño crecía exponencialmente. Sin embargo, su actividad cerebral necesitaba cantidades enormes de energía: el niño tenía que comer cada vez más.
Años después, el apetito necesario del niño había gastado una gran parte de la fortuna de su familia. Fue saliendo poco a poco del mundo interior, primero con algunas palabras simples. En dos meses alcanzó un vocabulario superior al promedio, pero nunca expresaba sentimientos realmente; ni siquiera cuando algo le dolía. Su madre, ahora menos preocupada, casi sufrió un infarto al escucharlo llorar: el niño se volvió tan inteligente que se inventó sentimientos.
sábado, 21 de noviembre de 2009
Tic B
después de la bocanada
de cigarro.
Estábamos lejos,
pero tal vez
sólo físicamente.
Sonreí
porque vi la fuerza
necesaria
para hacerlo.
Equilibrio.
Anoche levanté
los escombros
de mi cara
y encontré
que no estoy solo
y no estoy vacío
y no estoy.
Equilibrio,
fumar tres cigarros
y sonreír de nuevo.
Hoy todavía puedo,
y es lo único que importa.
jueves, 19 de noviembre de 2009
Caída
un nudo en la garganta
se cierra
y cae sobre el pasto
ya sin respirar.
El cielo fulgura;
los ojos se cierran
y sonríe
mientras respira de nuevo.
jueves, 12 de noviembre de 2009
Pátzcuaro, 1972
Aquella noche Samuel remó lentamente a través del lago; el reflejo de la luna menguante sobre el agua temblaba como con nervios; un pequeño chapoteo distrajo al tripulante del bote de su monólogo interno: un murciélago bebiendo; Samuel escuchó murmullos fríos: un búho; el aire estaba cribado y cubierto de niebla respirable; el lago respiraba al mismo ritmo que los remos del pequeño bote.
Julia esperó afuera de su casa, en el pequeño muelle de madera. Cuando Samuel llegó, respiró cierto aire de familiaridad que emanaba de la niebla impregnada del olor a jazmín de Julia. No dijeron nada. Ella subió al bote y esperó a que Samuel dejara de remar en medio del lago. Sólo entonces recargó sus trenzas en el hombro y lloró en silencio. Él notó el moretón en el rostro de Julia y sintió un calor súbito escalando su abdomen, pero se limitó a mantener la firmeza de su hombro.
Media hora después, tomó los remos de nuevo y llevó el bote hasta su casa. Ahí tomó todos sus ahorros escondidos: mil doscientos treinta y seis pesos; guardó las llaves de su camioneta en la bolsa de su camisa y respiró profundamente en cuatro ocasiones. Julia esperó afuera de la casa; esperó por segunda ocasión en la noche y se asustó un poco cuando sintió un murciélago volando cerca de su hombro izquierdo: el mismo hombro que, minutos antes, sintió el calor de Samuel.
Julia sintió el calor de nuevo cuando él salió de su casa y tomó su cintura. Huyeron a cualquier pueblo y con el tiempo Julia comenzó a vender carpetas tejidas a mano en la plaza del pueblo. Samuel consiguió trabajo haciendo reparaciones en donde se necesitaran. Con el tiempo consiguieron una casa de un solo cuarto, pero colores vivos.
En los mejores días, Julia calienta frijoles, huevos y tortillas en una estufa junto a la cama. Espera a Samuel en una silla de bejuco y se ventila con un abanico maltratado por el uso. Afuera se escucha el paso de la gente, como un murmullo diluido en el olor de los frijoles negros. También se escucha el sonido de una banda mal afinada más lejos, en la plaza: es domingo.
domingo, 8 de noviembre de 2009
jueves, 5 de noviembre de 2009
Condensación
como un ave petrificando el bosque
con su canto
-Octavio Paz - Piedra de Sol
Silencio:
La vi desde mi auto y me sentí triste por ella. Sus ojos mostraban el cansancio acumulado; ese cansancio emocional, el indeciso desvarío de sus manos tratando de decidir: la llamada sería crucial, lloraría en medio del tráfico y los otros conductores la verían. Gran vergüenza. La desdicha fulguraba de su piel como el frío sobre la avenida.
Ella soñaba despierta con llorar torrencialmente entre los brazos de alguien. Lo sé porque casi abrazaba el cinturón de seguridad. En lugar de un abrazo que la contuviera, recibió el ruido de un claxon. El celular en la mano: llamada recibida, algo de plática superficial, una sonrisa tratando de ocultar el brillo de la miseria. Cuando colgó, clavó la mirada en el tablero. Vi a través de sus ojos las luces opacadas por las lágrimas contenidas; sentí el calor incómodo de su abdomen como si fuera mío; vi los ojos ajenos evitándola, oídos cerrados a sus gritos, el celular en la mano hace mucho tiempo: nadie a quién llamar; sentí la rugosidad fría de su volante, ignoré la música de fondo igual que ella; sostuve su celular en mis manos, pero ella no lo sintió.
Yo era ella.
lunes, 2 de noviembre de 2009
I am the morning
-No hay comida.
-Ya sé. ¿Qué hora es?
-Cuarto para las seis. Todavía está oscuro.
Tomamos un vaso de agua para cada uno y lo bebimos hasta el fondo. Luego otro. Después medicina contra el dolor de cabeza. Ella se bañó primero. Salimos de su casa a las seis y media, todavía con el dolor de cabeza y los pasos incómodos. Subimos a mi auto para buscar en dónde comer algo, pero dimos vueltas por media hora y nada. Teníamos clase a las ocho, pero la escuela estaba cerca.
Hartos de las vueltas, compramos material para comida grasosa en el minisuper. Después del desayuno improvisado, decidimos faltar a la escuela. Salimos a su balcón, cada uno con una cerveza en la mano y cada uno con su dolor de cabeza y cada uno con el caminar incómodo y el aire viciado y el malestar general y el calor. El sol apenas se asomaba. Apoyé mis brazos en el barandal junto a ella; nuestras manos apenas se rozaban.
Así vimos el amanecer.
sábado, 24 de octubre de 2009
El sueño de los valles
No fue una elección. Recorrí los caminos construidos por los hombres tratando de advertirles, pero no escucharon. Por siete años las olas aumentaron su tamaño y arrastraron cada vez más peces muertos hacia la costa, pero no escucharon. Escalamos la montaña desde la que se veía el valle y el mar colérico. Daniela se rompió el tobillo en el camino y tuve que cargarla sobre mi espalda hasta la cima. Cada parte de la montaña tenía un nombre, pero no lo recuerdo. Sentí la miseria mientras hundía mis manos en el lodo para subir. No descansé hasta que Daniela pudo caminar.
Los cazadores fueron a buscar comida antes de que el mar inundara todo por completo. Tenían razón, no debíamos arriesgarnos. María era una cazadora con un arco delgado; era frágil y siempre tenía calor. Yo la cuidaba, aunque ella se podía cuidar sola. Cazaba sola y miraba hacia el cielo gris, esperando algún ave que nunca llegaría. No me habló nunca.
Los conduje a través del valle y Daniela se quedó en la cima, peleando contra el fantasma de su amante muerto. Tuve que rescatarla días después, todavía con el tobillo roto y siempre sonriente. Guardó silencio mientras el valle se inundaba. Vimos la inundación global desde la cima de la montaña. Todos sobrevivieron gracias a mí, pero yo sólo tenía que salvarlos. Después desaparecí y nadie lo notó. Sentí la miseria cuando desperté.
jueves, 22 de octubre de 2009
Neshek
Neshek
-Ezra Pound
supresión,
el eterno silencio,
silenciamiento de los ojos,
fuego para los dedos
transmitido a las pieles;
redescubrir:
la misma sonrisa
que siempre es nueva,
si acaso renovada
por el mismo espíritu
de todas las noches,
redescubrir:
la luna que no me gusta
y todo lo que implica;
redescubrirte
es quitar el velo de tus ojos
y ver más allá de tus palabras;
he visto a la serpiente
construir un nido en tus ojos,
desde que naciste
guardas silencio,
escondes tu rostro
detrás de tus máscaras;
atrás de la mentira
que todos decimos,
está la serpiente,
la realidad es movimiento,
ruido sistemático,
disonancia simbólica;
lo real es simbólico,
disonante,
esquizofrénico;
tú no,
tu sonrisa es nueva
siempre nueva
y siempre alimentada
por el mismo espíritu
durante las noches,
tu sonrisa de luna
limpia el ruido,
después de tu sonrisa
sólo queda
ruido disimbólico,
enfermedades disonantes,
supresión,
el eterno silencio,
silenciamiento de los ojos
domingo, 18 de octubre de 2009
Recurrencia
con labios de bisturí
y murmullo de hospitales.
Vendrá como brazo
de asaltante,
rodeará mi cuello
y no me soltará
nunca.
Lo siento en mis huesos:
un ojo que me observa,
el frío congelando
mis articulaciones;
el regreso de las hojas
al suelo,
de mis manos
al suelo.
Te persigo en los otoños,
como la última vez:
te descongelarás
como cada otoño
y hablarás con boca de niebla;
me cegarás
con tu boca de niebla.
Y yo odiaré al otoño
y al frío de tus huesos.
Cuando vuelvas
con el otoño,
estaré preparado
y no estaré solo.
Verás con tus ojos de hielo
mi incendio cardiaco.
Noviembre vendrá
y por primera vez
no te pertenece.
lunes, 12 de octubre de 2009
Leitmotif
Media hora después: el juego se convirtió en decadencia y una discusión intelectual acalorada, pero fría. Claro, el alcohol afloja la intelectualidad; esas ganas de decir yo sé más que tú. Por otra parte, cada quién tenía su propia fiesta. Ya no importaban los juegos de mesa, pero sí el efecto del alcohol. Mi corazón latía muy rápido. Llevo cuatro días con ese ritmo y me siento cansado, pero el vodka me susurró en los ojos: todo es nube, sigo aquí; el aciago fulgor de la desdicha, como un ave petrificando el bosque con su canto. El fulgor de la desdicha; imagino sus alas rojas, deslumbrantes. Mis dedos aprisionados por dedos ajenos; la mano ya no en el piso.
Recuerdo el baile: mis pies moviéndose torpemente y de pronto no bailamos; todo se volvió decadencia; discusión más acalorada; tirarse en el piso de la terraza para hablar de padecimientos; Teresa y la confesión salí con tal, pero ya no me habla; yo escuchaba, siempre escucho y nunca hablo. Recuerdo las gotas de lluvia y el miedo de mojarme; ella no lo temía, no quería moverse. Yo sí, todo el asunto me desesperaba. Lo deseaba, pero no lo quería.
Yo soñé por segundos, porque el ruido de la decadencia me despertó varias veces. Soñé el círculo y sus revoluciones en mi cabeza: un aro plateado, girando a velocidades enormes sobre el mismo punto, pero no se notaba el movimiento. Soñé la misma imagen por años, pero en distintas formas. Ahora mi corazón late muy rápido. Ya no sueño, sino que giro sobre el mismo punto hasta que el suelo me detenga. Recordaré toda la vida el baile y su mano aferrada a la mía, como si pudiera salvarla. No puedo.
lunes, 5 de octubre de 2009
Tic A
Cuando llegó la inspiración, escribió acerca de dos oficinistas que se encontraban por casualidad en el Metro. La historia se acercaba al clímax cuando una molesta canción sonó en su oído izquierdo: el celular. Su amiga Marcela; qué-haces-te-invito-a-una-fiesta-el-viernes-wey-qué-poca-que-no-vas-wey-pero-bueno-qué-me-cuentas-ja-ja-ja. La historia quedó inconclusa, pues Diana sintió cierta nostalgia instantánea. Tomó otro trago que le pareció más bien amargo y apretó fuertemente los párpados para ocultar sus ojos caferdes: el dolor de cabeza.
Diana tomó su celular de nuevo: ningún mensaje; ninguna llamada. Envió un mensaje de texto a Luis para comunicar su nostalgia, pero él no contestó. Diana tomó una siesta interrumpida media hora después por la misma canción molesta: mensaje de Luis; nada-nuevo-siento-como-Octavio-Paz-todo-está-vacío. Ambos estaban heridos en el fondo, pero no podían hablar al respecto; dos horas de carretera los separaban, pero los unía la misma tristeza con el mismo fondo.
A dos horas de distancia, Luis sonreía entre pláticas de negocios y ocultaba la angustia. Sabía que regresaría a casa para encontrarse con el problema que Diana creó. No era su culpa. Nunca lo era, pero debía mantener la sonrisa entre hombres de negocios; cerrar el trato; conseguir al proveedor. Eran las once de la noche.
Cuando regresó al día siguiente, después de dos horas de carretera, tenía miedo de tocarla. Aún sentía el sabor de los labios que ni siquiera probó, como carne podrida. Sintió la sangre corriendo por sus arterias en un inútil –así: inútil– ciclo para mantenerlo con vida. Escuchó sus palabras: ya no tenían significado; eran como la conversación ajena de la mesa de junto; ideas inconexas que ya no le decían nada. Sintió el mareo en las manos: siempre aire; nunca grito. Eran las nueve de la noche.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Collapse the Light into Earth
of getting through another day
and silence is another way
of saying what I wanna say
and lying is another way
of hoping it will go away.
–Porcupine Tree - I Drive the Hearse
Cuando canté
viendo sus ojos,
no pensaba;
sentía las tontas palabras.
Después ocurrió:
el sonido
de mi corazón desgarrado;
mi sangre se diluye
al mismo tiempo que la esperanza;
sentí mi alma
cuando se estrelló
contra el suelo.
Ella era un objeto.
Puso sus manos
en la cintura blanca
frente a ella,
a pesar de ser un objeto.
Recibió un beso
a cambio de tomar su cintura;
el mismo beso
que perseguí por años.
Ella,
un objeto,
lo consiguió
en segundos;
no será
más que una sombra,
una del montón,
otra pendeja
contagiada
de su enfermedad.
Yo era pedazos en el suelo.
Olvidé mi nombre,
los nombres de mis amigos,
me convertí
en una mala copia
de lo que solía ser.
Dejé de existir
como un árbol
arrancado de la tierra,
fui la nostalgia del desterrado,
que añora lo que no merece
y nunca fue suyo.
Era un árbol
con raíces en otra persona;
un objeto
me arrancó de la tierra.
martes, 22 de septiembre de 2009
Traducción VIII
Creí firmemente en la pantalla del cielo porque en el orfanato [1] nos proyectaban películas tontas de baile: Shirley Temple y otras parecidas. Mi mundo se reducía a las rejas del orfanato y la niña pecosa bailando tap sobre una pantalla maltratada. Creí firmemente que el mundo se reducía a esto hasta que mi mundo se vino abajo con el terremoto del 59 [2].
Una señora cristiana, algo demente, me ofreció asilo en su casa a cambio de que yo trabajara en las labores hogareñas. Ella me enseñó sobre Dios con mayúscula, Cristo y demás. Creí firmemente que el universo fue creado en siete días y en que mis tatara-tatara-tatara-abuelos eran Adán y Eva. Tuvieron dos hijos: Caín y Abel. Uno de ellos mató al otro y después se casó con una mujer. Nunca supe de dónde salió.
La historia cuenta que Dios con mayúscula preguntó a Caín dónde estaba su hermano, él respondió "¿acaso soy guardián de mi hermano?" y Caín fue condenado a vagar por toda la eternidad. Literalmente, la historia de la humanidad debió terminar ahí, pero ellos tenían otro hermano llamado Set que no aparece hasta ahora en la historia. Desde ahí, todos somos hijos de Caín o hijos de Set.
El Dios con mayúscula del antiguo testamento era vengativo. Incluso preguntaba cosas que ya sabía [3]. Cuando vino el así llamado Rey Sol de la era de Piscis [4], ese Dios con mayúscula que tenía nombres como Yahveh y Elohím quedó refutado. Es claro ahora que el próximo Dios refutará al del nuevo testamento. Muchas gracias [5].
________________
*. Conferencia dictada por Hellen Kirscht ante un congreso de teólogos.
1. No hay evidencia de que Kirscht haya estado en un orfanato.
2. Tampoco hay registros de tal terremoto.
3. cf. Genesis: An Epistemological Analisis and Possible Explanations of the Common Sufferings of Modern Man According to the Bible., Tambíen: "God's Retorical Questions," en: Concepts of the Capital-Lettered-God and Other Rants on Things I don't Actually Care About.
4. Referencia oscura e irónica de Cristo. En los escritos citados en la nota 3 Kirscht se burla de quienes lo llaman de esta forma. Probablemente se trate de otra burla.
5. La interrupción abrupta de la conferencia se debe a que Kirscht fue escoltada hasta la salida del congreso, pues sus referencias irónicas no fueron apreciadas por la audiencia.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Estética intrascendente
del loft grisáceo
y las pinturas minimalistas.
Imitaciones genéricas
de Mark Rothko.
La desvinculación
del leitmotif joyceano.
Escribo con aparente
pro-fun-didad,
pero no digo nada;
no se entiende;
los fragmentos son
ambi-guos
y los textos
crípticos.
Al final no publicaré.
Me niego a formar parte
del club "Mi buen amigo
Chomsky hizo el favor
de hacerme llegar
el libro que nadie ha leído
de Proust en el cual,
a través de complicadas metáforas
que sólo yo entendí,
expone su inconformidad
con la ordenación
meta-social
de la era pos-victoriana."
Al final no publicaré.
Es desgastante
ver mentes brillantes
consumiéndose
a cambio de atención.
Círculos perfectos
de pseudo-pseudo-intelectuales
elogiándose mutuamente
con críticas constructivas
y objeciones nulas:
Difiero contigo
en tal y tal punto,
amigo,
pero tomemos
unas copas de
Ribera del Duero
con el dinero de mis papis
aunque sostengamos
posiciones incongruentes
e incompatibles.
Al carajo con la teoría
y el mundo intelectual.
domingo, 6 de septiembre de 2009
An Epic at the Road
—Maverick - An Epic at the Sea
Se consumen las horas;
el tiempo vuela.
Los escucho:
los días consumirán
cualquier obstáculo.
Y no pienso que llegue un día
en el que no haya miedo
y todo mejore.
Allá, lejos,
se consume el ruido
y el rechinar de los dientes.
Los escucho:
nos persiguen desde lejos,
desgarrando nuestras miradas.
Manejo este cuerpo
a velocidades imprudentes;
nos veremos al final del tiempo
y el inicio del camino.
Allá, lejos,
se consume el tiempo
y la espera de los amantes.
Leo sus labios:
gritan su impaciencia
y arrancan sus cabellos.
Y no llegará un día
en el que los besos calmen su sed;
nada apagará este incendio
y nada detendrá al tiempo.
Manejo el cuerpo
más rápido de lo que debo;
no congelaré el instante
con palabras,
porque las flores congeladas
se destruyen fácilmente.
Los veo:
saltan el tiempo
mirándose a los ojos;
ya no rechinan los dientes
ni gritan la desesperación.
La espera termina
al final del camino;
ya no existe el tiempo,
sólo hay cabellos y labios.
sábado, 5 de septiembre de 2009
Nada que ver con Cortázar
Renata no solía recordar sus sueños. Tenía dos o tres pesadillas al mes y esos eran los únicos sueños que recordaba. Después del accidente notó que sus sueños ahora predecían el futuro. Por lo regular soñaba cosas irrelevantes sobre personas que no conocía: una señora pisando un charco, un zapatero con gripa, dos compañeros de clase que se amaban en secreto y el asunto de los novios en la cafetería.
Todo se complicó cuando Renata empezó a soñar con su familia. Por lo regular se trataba de su madre cocinando o su hermano mayor manejando irresponsablemente. Un día, algo así como un mes después del café en el rostro, Renata soñó con su madre llorando. Al día siguiente, su hermano llorando en su cuarto por algo que Renata había hecho. En toda la semana siguieron esos sueños con toda su familia, como si les hubiera hecho algo terrible.
Las pesadillas ocurrieron por tres semanas más y Renata se atormentaba a todas horas porque temía causar tanto sufrimiento a su familia. Después de dos meses de sueños recurrentes, Renata escapó de su casa. Sólo dejo una nota muy breve que realmente no explicaba por qué se fue. Ella nunca supo que su huida causó cantidades enormes de sufrimiento a su familia y que el destino tiene modos muy extraños de realizar sus designios.
domingo, 30 de agosto de 2009
Una descripción
Él muere por entenderla. El problema es que cree que el significado está más allá de las palabras, así que no cree tener la capacidad de entender lo que quiere decir cuando ella se evade. Él debería leer sus ojos, pero no siempre se atreve. Se acerca un poco y ella no lo nota, así que retrocede como un caracol a su concha y no saldrá de ahí en mucho tiempo. Es un cobarde que quiere dejar de serlo.
Ella sabe lo que tiene entre sus manos. Lo admirable es que aguante los cambios súbitos de humor. Ella sonríe, pero no para él. Yo sé que eso lo mata y se siente culpable por lo que siente. Tal vez no debería, pero cuando algo malo pasa, lo único que sabe hacer es retroceder y esconderse. En el fondo muere por besarla y decirle que la ama, pero en este momento está escondido. Tomaría la eternidad o el deseo más fuerte de su espíritu sacarlo de su refugio. Creo que sólo ella sabe cómo hacerlo salir de su escondite, pero no lo hará hasta que estén solos.
miércoles, 26 de agosto de 2009
Incendios colectivos
todo el cuerpo dormido,
débil por sus manos;
entregado por sus manos,
y tomado por sus manos.
Tomé su cintura
para sostenerme,
aunque tenía suficiente fuerza.
Sus manos eran labios
y sus ojos ríos de agua fresca
cuando temblé de calor
por su mirada enrojecida.
Afuera el mundo enloquecía.
Detrás de la puerta había miedo,
locura y mentadas de madre;
madres y abortos;
protestas y lloriqueos;
patadas en la puerta;
novias indigestas;
incendios colectivos;
desiertos privados;
fuegos nocturnos
cubiertos de cielo;
fuego, ese incendio
que respiramos.
Yo temblaba,
perdido en sus manos.
Dentro de un cuarto
intocable
respiraba a través de ella;
completé mis ojos
a través de ella.
Nada importa
más que el momento,
un mínimo instante,
cuando el mundo se redujo
a sus manos.
lunes, 17 de agosto de 2009
Tango/paredes invisibles
Who would want honesty?
-Between the buried and me - White Walls
Él sentirá
el imperante
deseo
de besar
su cuello.
Se acercará
violentamente
y la tomará
por la espalda
con aparente
firmeza
pero ternura.
Ella enlazará
su pierna
izquierda
cubierta
de vestido
púrpura;
altiva,
alzará la mirada;
expondrá su cuello
y se alejará.
Ella deseará
los labios
en los labios
o los labios
en el cuello,
pero sólo baila;
no puede mostrarse.
Ambos desearán
tomarse
violentamente;
con la turbulencia
propia del romance
de acordeón,
pero sólo bailarán.
No pueden mostrarse.
jueves, 13 de agosto de 2009
Prioridades
cuando se abren a la mitad del cielo
Octavio Paz - Piedra de Sol
Una necesidad: Ariadna toma el vaso entre sus manos, pero no bebe. El agua con hielos no la defiende del calor, así que no se decide. Quisiera una llamada, pero tampoco tiene ganas de hablar; no sabría qué decir. Entonces mira la pared verde de su cuarto, sentada en su escritorio, piernas cruzadas bajo la falda verde; fuego en las manos, ventana abierta, pensamiento grisáceo. Ariadna no bebe y no fija su flujo de pensamiento en algo concreto. Mira atentamente el ritual de apareamiento de las moscas, pero no piensa en él; sus ojos café claro ven, pero ella no piensa en la pared ni en las moscas ni el apareamiento ni el fuego en las manos.
Hace dos horas: fuego en las manos; el doctor detrás de su escritorio-verde-opaco-gris-maltratado mirando atentamente la pantalla de su computadora. El reflejo del monitor en sus lentes enormes impide ver sus ojos. Todo es verde y Ariadna siente el fuego en sus manos, ardiendo sin quemar; destruyendo sin consumir. El diagnóstico es poco favorable: tres meses, cuando mucho. Las manos son un incendio que se alimenta a sí mismo; Ariadna no tiembla, sino que asiente las recomendaciones y guarda silencio, pero siente el fuego.
Mañana: comenzarán los dolores y Ariadna tratará de controlarse. En la escuela estará ausente como en el apareamiento de las moscas. Se quebrará en su casa y llorará kilómetros de angustia. Su cama será un barco. Las piernas temblarán bajo su falda café. No podrá controlarse. No volverá a la escuela. No se despedirá de nadie.
Dos semanas después: tomará su carro, vaciará su cuenta bancaria, manejará hasta Veracruz, regalará lo que sobre del dinero a la primera persona que encuentre, esperará hasta la madrugada, pero el dolor no la dejará caminar; las piernas temblarán bajo la misma falda verde, Ariadna respirará por última vez a las 3:47 de la madrugada, justo antes de estrellar su carro a ciento-veinte contra una pared. Su último pensamiento será: Gracias.
sábado, 8 de agosto de 2009
Fragmento del diario de Lucía S.
O sea, siete años. Sí, siete. Y ella no lo supera; él sí.
Ayer soñé que Leonora y yo no éramos hermanas y papá nos llevaba a una colina enorme con nieve y nos compraba un trineo para deslizarnos. La colina era muy grande; el trineo tardaba horas en llegar de arriba hasta abajo, así que Leonora y yo veíamos la tele del trineo y yo recargaba mi cabeza sobre su estómago, pero ella me decía que me quitara; yo le decía que no y así seguíamos por horas. Reí mucho.
Hoy vi a José Luis y le conté cómo Leonora se la vive hablando sobre él. Él sólo bromeó al respecto y cambió de tema. Le compré un libro que le gustó y él me compró helado. Me acordé de muchas cosas como cuando Leonora le compraba cosas para que no la dejara y se la pasaban peleando. Pero después me alegré. Bailamos en medio del parque y cuando me trajo a mi casa, me cargó hasta mi cuarto. Reí mucho.
Ahora estoy aburrida de nuevo.
jueves, 6 de agosto de 2009
Entresueño
azul.
Frío.
Distante,
pero acogedor.
Un hombre
con camisa
y saco
y lentes
y actitud pretenciosa,
estudiaba dentro de mi cerebro.
Quería tomar
un poco de mi corteza
cerebral,
donde se almacenan
los recuerdos,
con una cuchara
para helados.
Pero no podía
tomar mis recuerdos:
el suelo [la corteza]
se convertía
en un libro enorme
con páginas en blanco.
Él sólo cambiaba
las páginas
sin poder leerlas.
Yo sonreía
en el entresueño.
domingo, 2 de agosto de 2009
Atenco
Nothing in him seemed inordinate,
save sometime too much wonder of his eye
which, having all, all could not satisfy;
but poorly rich, so wanteth in his store,
that cloy'd with much, he pineth still for more.*
―William Shakespeare - The Rape of Lucrece
Recuerdo claramente los ojos apagados. Tomó el pequeño jarro de café ―sin azúcar, muy cargado— y dio un sorbo ligeramente despreocupado, pero podía sentir su inquietud. No hablaba mucho y sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas.
Ayúdeme, señor licenciado. Ya traté de arreglar este asunto con las autoridades del pueblo y no me quieren hacer caso. Que mi ‘apá es un criminal, dicen, y ya lo tienen encerrado allá en la carcel de Atenco.
Me contó lo que había pasado: el compadre ―su padrino― la vio crecer desde que nació y siempre la había cuidado. Él era el hombre con más adinerado del pueblo. Siempre traía pick-ups del año y su rancho era el más grande del pueblo. El pueblo lo quería porque llevó un médico —mi abuelo— a vivir a Atenco y además se encargaba de mantener limpia la plaza central.
Conocí a Julia en un viaje de fin de semana al pueblo para llevarle provisiones a mi abuelo y descansar un poco. Ella tenía diecisiete años y era la mayor en la secundaria rural. Yo, al contrario, era el más joven de la facultad de derecho en recibir mi título. Julia siempre usaba dos trenzas, jorongo de colores, y falda de un rosa mexicano bastante molesto. Su piel era un poco más oscura que la mía, pero sus ojos eran de un cafe más claro que los míos. Me parecía bonita con sus rasgos un poco toscos y su tono humilde de voz. Tenía que caminar tres kilómetros para ir a la escuela. Yo manejaba quince minutos.
El lunes después de que me fui, Julia caminaba en la madrugada hacia su escuela cuando su padrino se acercó a ella en su camioneta de carga para cuatro pasajeros. Le ofreció llevarla a la escuela y ella aceptó, agradeciendo que sus pies no sufrirían el efecto de las piedras sueltas a un lado de la carretera. Poco sabía Julia las verdaderas intenciones del hombre más querido del pueblo. Él la llevó a su rancho y la obligó por la fuerza a tener relaciones sexuales. Ella me describió, llorando y casi a gritos, el dolor y el miedo que sintió.
Después de violarla varias veces, su padrino la dejó a un lado de la carretera. Más o menos a cuatro kilómetros del pueblo. Julia caminó adolorida y hambrienta hasta su casa, donde no hizo más que llorar toda la tarde en los brazos de su madre.
Es que quién me va a querer tomar como esposa ‘ora que estoy manchada por ese hombre. Yo estaba enamorada del hijo del panadero, licenciado, pero cuando se enteró de lo que había pasado, ya ni me volteaba a ver. Ya estoy manchada, licenciado; ya nadie puede quererme así.
Su padre, al enterarse, tomó su machete y entró a escondidas al rancho del violador. Era de madrugada, así que entró silenciosamente al cuarto principal y soltó golpes con su machete contra la cama. Para suerte de su compadre, los machetazos cayeron sobre su esposa y alcanzó a estirar la mano para tomar su pistola y disparar al estómago del padre de Julia. Él quedó malherido, la esposa murió.
Una vez que mi abuelo curó la herida del balazo, Arrestaron al padre y, por influencia del hombre más querido de Atenco, fue encarcelado sin necesidad de juicio. Meses después, Julia tocó a mi puerta para pedir mi ayuda. Inmediatamente supe que no podría hacer nada por su padre. Y mucho menos por ella, niña manchada en un pueblo que exige la virginidad de sus mujeres.
*. Nada en él parecía fuera de orden,
excepto a veces la excesiva maravilla en sus ojos
que, viéndola toda, [verla] por completo no era satisfactorio;
pues [él], pobre en su riqueza, carece de abundancia,
y hastiado con mucho, siempre aspira a más.