Mala mano de poker: shot de vodka. El sabor amargo del alcohol y el aftertaste en la garganta. Por supuesto, mala combinación con la cerveza, pero quién se fija en esas cosas. Buena mano de poker: pinche Luis, te salen puras buenas manos, cómo le haces, de seguro haces trampa, sí, trampa, yo digo que un shot por tramposo. Reacción inevitable: no mamen, no es mi culpa que ustedes estén salados. Y nada, no sé qué pase en otros lados en este momento. Tocaba el piso con una mano para saber si todavía estaba ahí.
Media hora después: el juego se convirtió en decadencia y una discusión intelectual acalorada, pero fría. Claro, el alcohol afloja la intelectualidad; esas ganas de decir yo sé más que tú. Por otra parte, cada quién tenía su propia fiesta. Ya no importaban los juegos de mesa, pero sí el efecto del alcohol. Mi corazón latía muy rápido. Llevo cuatro días con ese ritmo y me siento cansado, pero el vodka me susurró en los ojos: todo es nube, sigo aquí; el aciago fulgor de la desdicha, como un ave petrificando el bosque con su canto. El fulgor de la desdicha; imagino sus alas rojas, deslumbrantes. Mis dedos aprisionados por dedos ajenos; la mano ya no en el piso.
Recuerdo el baile: mis pies moviéndose torpemente y de pronto no bailamos; todo se volvió decadencia; discusión más acalorada; tirarse en el piso de la terraza para hablar de padecimientos; Teresa y la confesión salí con tal, pero ya no me habla; yo escuchaba, siempre escucho y nunca hablo. Recuerdo las gotas de lluvia y el miedo de mojarme; ella no lo temía, no quería moverse. Yo sí, todo el asunto me desesperaba. Lo deseaba, pero no lo quería.
Yo soñé por segundos, porque el ruido de la decadencia me despertó varias veces. Soñé el círculo y sus revoluciones en mi cabeza: un aro plateado, girando a velocidades enormes sobre el mismo punto, pero no se notaba el movimiento. Soñé la misma imagen por años, pero en distintas formas. Ahora mi corazón late muy rápido. Ya no sueño, sino que giro sobre el mismo punto hasta que el suelo me detenga. Recordaré toda la vida el baile y su mano aferrada a la mía, como si pudiera salvarla. No puedo.
Media hora después: el juego se convirtió en decadencia y una discusión intelectual acalorada, pero fría. Claro, el alcohol afloja la intelectualidad; esas ganas de decir yo sé más que tú. Por otra parte, cada quién tenía su propia fiesta. Ya no importaban los juegos de mesa, pero sí el efecto del alcohol. Mi corazón latía muy rápido. Llevo cuatro días con ese ritmo y me siento cansado, pero el vodka me susurró en los ojos: todo es nube, sigo aquí; el aciago fulgor de la desdicha, como un ave petrificando el bosque con su canto. El fulgor de la desdicha; imagino sus alas rojas, deslumbrantes. Mis dedos aprisionados por dedos ajenos; la mano ya no en el piso.
Recuerdo el baile: mis pies moviéndose torpemente y de pronto no bailamos; todo se volvió decadencia; discusión más acalorada; tirarse en el piso de la terraza para hablar de padecimientos; Teresa y la confesión salí con tal, pero ya no me habla; yo escuchaba, siempre escucho y nunca hablo. Recuerdo las gotas de lluvia y el miedo de mojarme; ella no lo temía, no quería moverse. Yo sí, todo el asunto me desesperaba. Lo deseaba, pero no lo quería.
Yo soñé por segundos, porque el ruido de la decadencia me despertó varias veces. Soñé el círculo y sus revoluciones en mi cabeza: un aro plateado, girando a velocidades enormes sobre el mismo punto, pero no se notaba el movimiento. Soñé la misma imagen por años, pero en distintas formas. Ahora mi corazón late muy rápido. Ya no sueño, sino que giro sobre el mismo punto hasta que el suelo me detenga. Recordaré toda la vida el baile y su mano aferrada a la mía, como si pudiera salvarla. No puedo.
2 comentarios:
stashico, osea para ser el post numero 50 esto no es más que un pequeño relato. A veces me pasa que todo da vueltas...
¿Qué haces cuando no puedes jalar la mano que se aferra a la tuya?
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