domingo, 31 de octubre de 2010

Fragmentos

†...† te dije mil veces la muerte en los ojos y los brazos en la muerte y después de te dije que callaras al ruido y la muerte en los ojos pero cerraste los brazos frente a tu pecho y yo predije que por años y años y años tendríamos que cerrar la puerta del destino para que la muerte no abriera tus brazos y mil veces la muerte y el mañana y el mañana y el mañana e irónico gastado actor que tartamudea en el escenario y mil veces el mañana entre tus brazos cruzados y te dije que el destino desgasta a las nubes y camina sobre su propia sombra mientras yo hablo y yo y yo y mil veces yo hasta que se desgaste el tiempo y el destino que camina con paso inseguro y nos desgasta y yo quería detenerlo para siempre y congelar el instante †...† y justo en ese momento soñé con aquella piedra que no hacía más que reprochar y el destino perforaba mis manos burbujeantes y el destino y el destino y el destino siempre con los pies atados y sometido y ahogado en los gorgojeos de su propia sangre y su propio aire y el destino tan destrozado y tú y tú y tú mil veces reconstruida y el recuerdo arrancado de las garras de la noche y los veranos podridos y confieso que qué confieso que nada y el silencio arrancado de los labios del destino y mira cómo arde la sangre †...†

miércoles, 27 de octubre de 2010

Lecciones familiares

Como delincuente novato,
con pulso inestable,
aprendí a querer:
siempre con un dedo
en el gatillo.

viernes, 8 de octubre de 2010

Darse cuenta

Ni una vez lo había pensado, pero hoy lo recordé. Puertas negras de metal, el grisáceo sonido de despertar. Era un recuerdo dormido. Casi no existe, pero ahí está; es mío. Lo tengo, aunque lo había perdido. El ruido es sólo un punto gris; balcones tapados por árboles, tardes malgastadas, tiempo recurrente, días circulares, ausencia. Años y años de ausencia, y hoy recordé. Hoy despierto y mis pupilas se dilatan: el momento de darse cuenta, enderezar la espalda, abrir los ojos, inhalar súbitamente y todo tiene sentido. Ni una sola vez pensé en sus consecuencias, pero ahí está, como fuego ante mis ojos; lo veo y tiene sentido; lo veo y me da sentido. Ni una sola vez lo consideré  valioso, pero siempre estuvo ahí; lo perdí, pero ahora lo tengo. Ni una sola vez lo diré, pero me basta con saber que lo tengo; que los años de ser envenenado terminaron. Lo veo y tiene sentido, porque antes nada lo tenía. Hoy digo que lo lamento, pero nadie escuchará; no importa, porque es mío, ese fuego adormecido que se desata de entre mis manos y hoy despertó. Hoy desperté.