jueves, 23 de diciembre de 2010

Las cosas que decía

corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos los veranos
–Octavio Paz - Piedra de sol

No recuerdo qué decía ni la forma de su rostro. Recuerdo que era menor que tú. Sonreía igual que tú, pero no recuerdo su nombre. Ella era como tú; de un espíritu más joven, si es que eso es posible. No entendió mi sarcasmo; la agredí amistosamente, como lo haría contigo. Mientras tanto, el amor se escondía en los áticos. Y el amor se esconde en los áticos polvosos; y yo quiero aquel amor (que se esconde en los áticos polvosos). Pero ella no era nada como tú. Su espíritu sin arrugas tenía manos de anciana: articulaciones, artritis, uñas como polvo. Y no era tú, y me hacía reír, pero no entendía lo que yo decía. Y me gustan las cosas que ella dice, no las manos de anciana. Y yo sabía que soñaba; sabía que no podría recordar su rostro, ni sus manos, ni la forma en la que su cabello no cubría sus ojos de espíritu joven con manos de anciana. 

Sabía que lo contrario del sueño no es la vigilia. Sabía que las fechas que debía aprender eran absurdas, que nada pasó, que todo lo que existe se reducía a los cuadros de su falda, la forma exacta en la que su cabello cae a los lados de su cara (y no cubría sus ojos de espíritu joven con manos de anciana); y las cosas que decía eran irreales, por eso no las recuerdo; y la culpa es irreal, porque en el sueño quería lo que tengo entre las manos. Cuando desperté, vi cómo se pudren los veranos  y desperté ante un cielo nuevo sobre los áticos polvosos en los que el amor se esconde.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Lights Out

Anoche
puse al ruido
sobre mi lengua:
sentí su simetría
como una maldición.

La simetría
es la maldición
de todo hombre.
Todos estamos condenados
a la simetría
y al ruido
y la miseria.

Anoche sentí la miseria
como en todas esas noches
simétricas;
sentí todo el peso
de la simetría
sobre mis hombros.

La simetría es una maldición;
le temo a la simetría
cada noche
y cada instante
en el que el insomnio
se desliza
entre mis manos.

Yo sé
que cuando se apaguen
las luces
podré contra el insomnio
y el ruido
y la miseria;
venceré para siempre
al frígido brillo de la agonía,
y no tendré miedo
a ver mi rostro
reflejado en la miseria
de alguien más.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Hierve la sangre

Hoy mis mejillas,
hervidas de sangre
se enrojecieron.

Recuerdo la mano
bajo la que arde la mejilla
y cómo hierve la sangre.

Hierve la sangre
y recuerdo la miseria;
hierve la sangre
y yo retrocedo;
pierdo el camino
y hablo en lenguas.

Mira
cómo hierve la sangre
y vuelve el silencio.

Hoy me recordé
bajo el asedio
de la sangre:
muros desiertos
y sonrisas temporales;
recordé el asedio
de la sangre.

Hierve la sangre
y no lo permitiré
de nuevo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Pedazo de conciencia

La tristeza, temblor en el estómago. Temor; la sensación punzante de saber y caer y las consecuencias, y la niña ahí, ya no toma su brazo de madre, sino que convulsiona en el suelo; y la espera de la ambulancia, y la niña ahí, ya no un pedazo de conciencia, sino piel y huesos y músculos que se contraen sin saber y sin control; y un cerebro de niña y una fracción de conciencia atormentada. Ella, pedazo de conciencia, escuchó las voces en su cabeza. Al principio hablaban sin sentido, pero después gritaban. Ella, pedazo de conciencia, escuchó los gritos desde los siete años. Ella, pedazo de conciencia, bebió la mitad de una botella de cloro, atormentada por los gritos; su madre se distrajo y llegó demasiado tarde, apenas alcanzó a ver el cúmulo de huesos y piel y músculos que ya no era su hija y ya no era sino un bloque de carne convulsionante. Y ella, pedazo de conciencia, no respiró de nuevo y las voces no hablaron de nuevo. Y ella, pedazo de conciencia, nunca sintió de nuevo el beso cálido de la alfombra en su cuarto; y nunca escuchó los gritos de las voces que a veces decían la verdad.

domingo, 31 de octubre de 2010

Fragmentos

†...† te dije mil veces la muerte en los ojos y los brazos en la muerte y después de te dije que callaras al ruido y la muerte en los ojos pero cerraste los brazos frente a tu pecho y yo predije que por años y años y años tendríamos que cerrar la puerta del destino para que la muerte no abriera tus brazos y mil veces la muerte y el mañana y el mañana y el mañana e irónico gastado actor que tartamudea en el escenario y mil veces el mañana entre tus brazos cruzados y te dije que el destino desgasta a las nubes y camina sobre su propia sombra mientras yo hablo y yo y yo y mil veces yo hasta que se desgaste el tiempo y el destino que camina con paso inseguro y nos desgasta y yo quería detenerlo para siempre y congelar el instante †...† y justo en ese momento soñé con aquella piedra que no hacía más que reprochar y el destino perforaba mis manos burbujeantes y el destino y el destino y el destino siempre con los pies atados y sometido y ahogado en los gorgojeos de su propia sangre y su propio aire y el destino tan destrozado y tú y tú y tú mil veces reconstruida y el recuerdo arrancado de las garras de la noche y los veranos podridos y confieso que qué confieso que nada y el silencio arrancado de los labios del destino y mira cómo arde la sangre †...†

miércoles, 27 de octubre de 2010

Lecciones familiares

Como delincuente novato,
con pulso inestable,
aprendí a querer:
siempre con un dedo
en el gatillo.

viernes, 8 de octubre de 2010

Darse cuenta

Ni una vez lo había pensado, pero hoy lo recordé. Puertas negras de metal, el grisáceo sonido de despertar. Era un recuerdo dormido. Casi no existe, pero ahí está; es mío. Lo tengo, aunque lo había perdido. El ruido es sólo un punto gris; balcones tapados por árboles, tardes malgastadas, tiempo recurrente, días circulares, ausencia. Años y años de ausencia, y hoy recordé. Hoy despierto y mis pupilas se dilatan: el momento de darse cuenta, enderezar la espalda, abrir los ojos, inhalar súbitamente y todo tiene sentido. Ni una sola vez pensé en sus consecuencias, pero ahí está, como fuego ante mis ojos; lo veo y tiene sentido; lo veo y me da sentido. Ni una sola vez lo consideré  valioso, pero siempre estuvo ahí; lo perdí, pero ahora lo tengo. Ni una sola vez lo diré, pero me basta con saber que lo tengo; que los años de ser envenenado terminaron. Lo veo y tiene sentido, porque antes nada lo tenía. Hoy digo que lo lamento, pero nadie escuchará; no importa, porque es mío, ese fuego adormecido que se desata de entre mis manos y hoy despertó. Hoy desperté.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Primera colisión

α. Rebeca: sus padres [distantes] le regalaron un auto gris, aunque ella quería uno rojo. Flores en su cuarto con paredes color rosa. Su ropa [cara] de marca resalta el color cafe de sus ojos. El mundo es suyo porque, cuando el negocio va bien, puede comprarlo y sonreír e invitar a sus amigas a tomar café. Cuando el negocio va mal, aguantar un poco; mantener la frente en alto y las manos en el mismo lugar; no, gracias, no tengo ganas de salir hoy. Y no es la falta de ganas, sino de dinero; pero ya habrá mejores tiempos, café y sonrisas. Sin embargo, hoy no es un mejor momento; el camino a la escuela es silencioso; semáforo, luz roja; tal vez debió aceptar la invitación, pero sólo tiene el dinero que lleva en la cartera; no es suficiente para sonreír, así que la cabeza apoyada en la mano; un suspiro de tristeza hasta que la luz del semáforo [y tal vez de la vida] cambie a verde.

β. Juan Carlos: sus padres [distantes] lo encerraron en un cuarto sin luz todas las tardes. Primero gritos que poco a poco perdieron intensidad; angustia diluida, gradualmente se convertirá en resentimiento. Hambre y pobreza, su ropa [maloliente] se rasga al correr atrás de los camiones para ver si se cae algo de comida en su camino: casi nunca tiene suerte. Su tío le ofreció trabajo como chalán en su taller mecánico. Las cicatrices en la espalda tienen razón de ser: su tío no tolera los errores. Conoció a Gonzalo y a Alfonso a los trece años; pasados similares de maltrato y pobreza; presentes simétricos, trabajo mal pagado. Soluciones rápidas: asalto a conductoras. Dos se acercan mientras el tercero se queda atrás para vigilar, el primero rompe el vidrio del auto y comete el asalto; el segundo se queda afuera, por si acaso. Se alternan para decidir quién se queda atrás y quién afuera y quién asalta. Poco a poco, tienen más dinero; ya pueden llenar sus estómagos y Juan Carlos puede mandar a su tío a chingar a su madre: ya no necesita trabajar para él.

αβ. Alfonso eligió el carro gris. Era mejor porque se trataba de una mujer joven y sola, distraida. Juan Carlos tomó una piedra y la lanzó hacia el vidrio: miles de pedazos voladores. Rebeca gritó; olió el aroma desagradable: la ropa de Juan Carlos. Cámara, hija, caite con la feria; qué más trais, el celular. Disparos simultáneos de adrenalina, respiración agitada. Los tres amigos corrieron. Rebeca lloró; más angustia porque ya no tiene dinero. Tal vez debió quedarse en la cama hoy; debería regresar a su casa, pero ya recorrió más de la mitad del camino; sudor en las manos, aferradas con fuerza al volante. Los demás autos rodearon al carro gris para seguir con su camino, como si nada hubiera pasado. El asiento del copiloto impregnado con el aroma del sudor viejo. Manchas de sangre en el tablero: Juan Carlos se cortó con un fragmento de vidrio.

martes, 31 de agosto de 2010

Traducción XI

Odio decirlo,
pero esa mujer
a la que le compras flores,
y comida;
la dueña de los pies que veneras
con zapatos altos
hechos de tu dinero,
es una puta.

Y no lo digo en un sentido peyorativo,
ni literal,
sé que no cobra por acostarse contigo,
mas que con regalos
y acomodar su silla
para colocar
el trasero que veneras;
lo digo porque le gustan algunas cosas:
acostarse con desconocidos,
coger con desconocidos,
el olor del suavizante
en su almohada
mientras un desconocido
más viril que tú
la toma por detrás
y la obliga a hablar sucio
y así, sucesivamente.

No me malinterpretes;
no soy ninguna especie
de santa,
también me gusta
que hombres más viriles que tú
me tomen por detrás
y hablar sucio
y acostarme con hombres
más viriles que tú;
pero nunca a cambio de zapatos,
ni comidas,
ni falsos halagos.
Y puedo mover mi propia silla
para colocar mi trasero.

Lamento ser quien te lo diga,
y espero que no te ofenda
mi explicación:
tu chica es una puta
en el más bello de los sentidos;
el más poético,
y más perfecto.

Lo bueno es que tu chica
sabe lo que quiere:
hombres viriles
que la tomen
y la dejen
y la obliguen a hablar sucio
mientras huele el suavizante
de sus almohadas.

Y si no es eso lo que obtiene,
le gustan los imbéciles
que le compren flores
y comida
y acomoden su silla
para colocar su trasero;
le gustan imbéciles
porque no se dan cuenta
nunca
de que anoche durmió con otro
y olió su suavizante
y las almohadas
y así, sucesivamente.

Y con todo cariño te digo
que estás muy lejos
de la virilidad necesaria.

Jódete.

—Hellen Kirscht – Your New Whore Is a Girlfriend

lunes, 23 de agosto de 2010

De la imitación de Octavio Paz

Cada estrofa representa algo distinto,
algo así como adivinanzas poéticas. 

Yo soy el torbellino,
la realidad,
lo absoluto
y lo falso
y lo verdadero;
lo simultáneo,
lo independiente,
todos los movimientos
sincronizados,
la gravedad
y el centro de la Tierra
y la Tierra.

Vi el inicio
y el fin,
porque soy el inicio
y el fin.

Soy todo,
la grandeza
y la escoria,
el salto
y el vacío,
todos los puntos
y todas las miserias
simultáneas.

Soy la miseria,
la sangre
y la carne,
costillas rotas,
rodillas frágiles,
fisuras y fisiones;
una mano,
mía,
líneas imaginarias
y arrugas.

Soy fuego,
violencia,
manos amputadas
sin necesidad,
pies cercenados,
sífilis y tifoidea,
fuego cruzado,
pobreza,
el fondo del abismo
desde donde brillan mis ojos.

Soy el desperdicio,
niños ricos
y niñas vacías,
carteras como cascadas,
hígados,
labios y dientes,
vasos rotos,
ceniceros,
peleas simétricas,
doscientas treinta fotos
en cuatro horas.

Soy las sillas
y el rosario en la mano,
horas grises,
enfermeras con ojos vacíos
y sonrisas vacías,
falta de información,
aburrimiento
y desesperación.

¿Quién soy?

jueves, 5 de agosto de 2010

Las palabras encorsetadas

I'll take a corset of your words,
tie them up high, bind them.
You seem like you've always been,
wrote a book that's already been read.

 Emily Jane White - The Demon



Lo descubrí,
lo juro;
encontré lo que quería decir
y juro que valía la pena.

Lo encontré,
lo descubrí;
pero me atan las palabras,
están en mi lengua,
pero me atan;
podría describirlo,
pero estoy atado.


Lo descubrí:
es el silencio,
lo que se escapa
y no se puede decir;
las palabras encorsetadas
no pueden desnudarse de letras,
sólo se comprimen,
sugieren
y no muestran.

Quiero describir algo
que escapa de las palabras;
pero lo descubrí,
juro que lo descubrí.
Si pudiera decirlo,
toda la realidad
estaría descrita
a la perfección;
pero no puedo,
puta madre.

miércoles, 21 de julio de 2010

Templo

Este sueño:
naciste en una isla,
en un volcán;
erupción,
sólo tú sobreviviste
y por eso
no conoces a tu padre.

Tú vuelas,
me conoces,
me hablas
como cuando hacías promesas
que no podías cumplir;
yo te escuchaba,
acariciaba tu mano
en contra del deber.

Naciste en un templo,
eres sagrada,
eras sagrada,
pero profanaste
tus sacras manos;
años de enfermedad
profanaron tu voz,
y yo apenas te recuerdo:
un parque,
tardes lluviosas;
ahora que lo pienso,
pasé mucho tiempo contigo
y apenas te recuerdo,
recuerdo ese tiempo,
la sensación
de buscar algo
en donde sabíamos
que no estaba.

Era una especie rara
de búsqueda
interminable;
material para libros
que nadie leería.
nadie escribiría
y nadie publicaría.

Eras silencio,
pasividad,
signo abierto,
un cero en vez de una o,
tiempo soleado,
colorido,
naranja;
y yo apenas te recuerdo;
apenas recuerdo cómo llegamos a tantos lugares.

martes, 13 de julio de 2010

Pregúntale a Fernanda

Después de responder la carta de la semana, Fernanda Torres —famosa por su sección Pregúntale a Fernanda— se dio cuenta de que el consejo que escribió para desesperada_15 contradecía completamente lo que había dicho acerca del amor adolescente dos semanas antes. Llamó al editor del periódico, pero él le dijo que no se podía detener la imprenta por una adolescente.

Mientras tanto, el dios del destino había predispuesto que Fernanda se cruzara varias veces con el hombre que sería el amor de su vida, con todas las implicaciones que la expresión "amor de su vida" tiene. Fernanda, preocupada, salió de la editorial y caminó hacia el metro. En el camino, su hombro izquierdo chocó con el hombro derecho de un hombre. Él sonrió, pero ella estaba tan preocupada por su contradicción que no se dio cuenta.

Cuando llegó a su departamento, se sirvió por instinto un vaso con agua y hielos; bebió el agua y quedaron los hielos, así que sirvió más agua; bebió el agua, quedaron los hielos, más agua; bebió, hielos, más agua. Recibió una llamada: su amiga Melissa la invitaba a tomar café. Fernanda aceptó. Los cinco vasos de agua tuvieron su efecto sobre la vejiga. Gran prisa; en el camino estrelló su hombro de nuevo con el mismo hombro, pero tenía prisa; él sonrió de nuevo, ella tenía la desbordante necesidad de llegar al café y utilizar el baño. El dios del destino estaba furioso.

Después del baño, el café. Fernanda habló sobre su contradicción, estaba genuinamente preocupada; Melissa no escuchó porque había conocido a un hombre que le parecía apuesto pero todavía quería al novio anterior aunque se acostaba con todas pero es que el nuevo es muy guapo y ya no sé qué hacer porque Alejandro me trató muy mal pero todavía lo quiero. Melissa le preguntó a Fernanda qué hacer. Ella le explicó el problema de las relaciones codependientes y le dio un consejo. Melissa se alejó con una gran alegría, pero Fernanda se dio cuenta de que su consejo también era contradictorio. Llamó a su amiga por teléfono pero no contestó.

Preocupada, caminó de regreso a su casa. En su camino, el hombro chocó de nuevo. Él quería decirle que la encontraba en todos lados, y eso ya no parecía coincidencia. También quería preguntarle su nombre e invitarla a salir, pero Fernanda seguía preocupada por los malos consejos que había dado y no hizo caso. El dios del destino estaba furioso.

martes, 29 de junio de 2010

Madre de las flores

Doña Rocío hablaba con sus flores todas las tardes. Cuando regresaba del trabajo comía, planchaba su uniforme para el día siguiente y salía a su jardín con un vaso de agua con dos hielos —nunca tres; nunca uno—para sentarse en una silla de metal pintado de blanco. Después platicaba con sus flores. La escuché durante muchos años desde mi ventana mientras trataba de estudiar o terminar alguna de mis investigaciones. Siempre hablaba de tonterías superficiales: cómo le fue en el trabajo, la tintorería no ha entregado sus faldas, cuándo le toca verificación al auto, qué bonitas se ven, cuando mi marido vuelva se va a poner muy contento de lo bien que las cuidé. Hasta ese momento me enteré de que la señora alguna vez estuvo casada; siempre había pensado que era una solterona obsesionada con las flores que me regaló un pastel hecho por ella para que lo compartas con alguna muchacha. A partir de ese momento escuchaba con más atención las pláticas que tenía con sus flores. Noté que a veces se quedaba en silencio, como escuchando; como si supiera que yo le ponía atención. 

La última vez que vi a doña Rocío fue en el hospital psiquiátrico de fray Bernardino. Le llevé un pastel para agradecer el que ella me regaló años antes de que se la llevaran. Cuando pregunté por qué se la habían llevado si siempre había estado bien, me explicaron que una compañera del trabajo le dijo que su esposo se había casado con otra poco después de dejarla. A partir de ese momento cayó en depresión. La recuerdo cubierta con una cobija de un color verde horrible, con una taza naranja-opaco, también horrible llena de agua con dos hielos casi derretidos. Solamente hablaba para sí misma, preguntaba una y otra vez por qué sus flores dejaron de contestarle.

martes, 18 de mayo de 2010

Estética

El silencio se agita,
creación,
torbellino,
todo silencio es verdadero,
el silencio es la verdad
que se arremolina
en el entrecruzamiento
de los dedos,
de las llamas,
de las palabras,
poesía,
torbellinos silenciosos;
toda poesía es un torbellino silencioso,
prejucio superado,
creación,
palabras arremolinadas;
convertidas en fuego,
para siempre.

La creación es destino,
congelamiento,
torbellino,
silencio verdadero;
la falsedad en todo el esplendor
de su contradicción,
la creación calla,
pero fulgura
con forma fría,
calculada,
mil veces
para siempre.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Un hombre de pocas palabras

Sandra conoció a Raúl en el bar de todos los viernes. Notó inmediatamente su tono regiomontano de voz y su sarcasmo refinado. Rieron toda la noche y ella rió todavía más cuando él dijo que vino a la ciudad para buscar venganza. Salieron del brazo, ebrios; se besaron en la mejilla y manejaron a sus casas por separado.

Ella se enamoró rápidamente de él. Y parecía que era mutuo. Raúl era hombre de pocas palabras, pero Sandra estaba encantada con su hombre de acción. Se casaron dos años después y todo parecía maravilloso: cena elegante el viernes, cocktail los sábados, flores cada mes como sorpresa, camioneta para ir por café los miércoles con las amigas, hacer el amor cada dos semanas, dormir juntos, despertar juntos. Y Sandra vivía encantada porque su esposo siempre cumplía sus promesas.

Un día, sin avisar, Raúl no regresó a casa y no contestaba el teléfono, pero Sandra no se preocupó. Al día siguiente, en el noticiario matutino, resultó que Raúl asesinó a una pareja y después se suicidó. La pareja estaba formada por su ex-esposa y su nuevo amante. Cuando Raúl se enteró de la infidelidad, juró vengarse. Ellos se fueron a otra ciudad y vivían felices y enamorados y café y hacer el amor hasta que la patada violenta en la puerta los interrumpió. Sandra sabía que su esposo era un hombre de pocas palabras.

domingo, 25 de abril de 2010

Estroboscopías

Su nombre es Alejandra y no se ve bien con el cabello amarrado. Sonríe, pero mantiene la mirada apagada. Baila un poco pero no es lo suyo. Bebe un poco, pero no es lo suyo. Tal vez escucha buena música, pero no aquí y no ahora.

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Su nombre es Alejandra. Le gusta brincar en la cama elástica. Diez pesos por veinte minutos. Mirada ausente, pero ríe. Y toma refresco porque es rojo. Y es un amor de niña, porque no grita y no corre, sino que sopla a través de un aro lleno de jabón en los juegos infantiles del restaurante. Las otras niñas juegan con las burbujas. Ella las mira. Ausente.

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Los familiares siempre tienen resuelto el mundo. Te dirán cómo educar a tus hijos, porque ellos ya estuvieron ahí, aprendieron de la experiencia y mira qué bien salieron sus hijos. Pero tú necesitas creerles; debes creer que el daño puede repararse, que ella no volverá a lastimarla y que todos podremos alejarnos de esto con la frente en alto. Gracias a Dios –según esto–, pero no necesitas rezar, no necesitas a Dios.

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El cansancio en el asiento trasero, la cabeza se recarga en las piernas sentadas a su derecha. La boca discurre, como agonía que gotea. Los ojos se ahogan en todas las clases de cansancio y se cierran, parpadean, y la cabeza duerme por quince minutos. Últimamente se alcoholiza y se cansa antes de las once de la noche y luego acerca de nuevo la navaja hacia la garganta, y espera que todo se vuelva más fácil: la mano de un fantasma que termine con su vida, una congestión alcohólica, una salida rápida.

jueves, 15 de abril de 2010

Aufgehoben

No destruye,
desvanece.
Lo sé:
esta sombra
nunca se irá
porque es una sombra,
y las sombras no se van
nunca.

No sonrío con los labios,
sino con los dientes;
y escribo para no olvidar,
pero sí olvido,
y nunca recuerdo.

No recuerdo la época
en la que todo tenía sentido.
No recuerdo.
No recuerdo.
No recuerdo.
Y no recuerdo.

La distancia desvanece,
no destruye;
el tiempo es distancia,
el tiempo es silencio
y cada esperanza
es un grito
para oponerse
al desgarramiento.

Todo es complicado,
todo cambia al mismo color
de la misma forma
una y otra vez,
inevitablemente.
No es bello,
ni el cielo inspirador.
Lo sublime aterroriza
una y otra vez
inevitablemente.
Nos sentimos bien
por nuestra pequeñez
comparados con todo
una y otra vez,
comparamos cielos diferentes
y comentamos el clima,
Veracruz,
Colima,
San Luis,
zócalo,
plaza pública
con innumerables paseantes
de colores,
en el fondo son todos grises,
todos iguales;
los mismos gestos,
las mismas mentiras
una y otra vez
inevitablemente.

Ya no sé qué quería decir.

jueves, 8 de abril de 2010

Bibliotecario

Y si dependiera de mí, todos los pasados desaparecerían; no me mataría por entrar en una historia que no me pertenece. Después de todo, es muy molesto sonreír cuando sé que me mienten, pero no es apropiado quejarse. Mi trabajo es organizar: recibir un caso, analizarlo, colocarlo en la sección pertinente y registrarlo. Todos dicen más o menos lo mismo: mentiras. Pero no me pagan para cuestionar, sino para que el archivo siempre esté en orden. Después de registrarlos, debo ver cómo sus historias se alejan; yo soy ajeno, una mano callada para llevarlos al otro lado, donde no existe el movimiento y sus relatos se quedan ahí.

Yo podría incendiar cada uno de los archivos; librarme del peso que llevo. Sé cuándo y cómo mienten, pero no puedo intervenir. Tal vez debería dejarlo para siempre, como lo intenté en aquella ocasión. El problema es que todo debería fluir con mayor facilidad. Me cansa tanta melancolía callada y me hartan las mentiras. Sí, debería terminar con todo; quemar este edificio y que no quede ningún rastro ni de mí ni de sus mentiras.

domingo, 28 de marzo de 2010

Traducción X

o paz o felicidad,
déjala envolverte

cuando yo era joven
sentía que esas cosas eran
tontas, poco sofisticadas,
tenía sangre pesada, una mente
retorcida, una inestable
educación.

yo era tan duro como el granito, yo
miraba con desdén
al sol,
no confiaba en ningún hombre y
especialmente en ninguna
mujer.

vivía un infierno en
cuartos pequeños, rompí
cosas, destrocé cosas,
pasé a través de vidrios,
maldije.
cuestioné todo,
fui constantemente
desahuciado, encarcelado,
[entré y
salí de varias peleas,
[entré y salí
de mi mente.
las mujeres eran algo
para usar y denigrar,
no tenía amigos
masculinos,

cambiaba de trabajos
y ciudades; odiaba las celebraciones,
los bebés, la historia,
periódicos, museos,
abuelas,
matrimonio, películas,
arañas, basureros,
acentos ingleses, españa,
francia, italia, nueces y
el color
naranja.

el álgebra me enojaba,
la ópera me hartaba,
charlie chaplin era un
embustero
y las flores eran para
maricas.

la paz y la felicidad para mí
eran signos de
inferioridad,
poseedores de las mentes
débiles
y
confundidas.

pero mientras seguía con
mis pleitos de callejón,
mis años suicidas,
mi paso a través
de cualquier número
de mujeres, gradualmente
comencé a darme
cuenta
de que no era diferente

a los
demás, era igual,

todos estaban llenos
de ira,
disfrazada de mundanas
indignaciones,
los hombres con los que peleaba en
callejones tenían corazón de piedra,
todos se empujaban,
se movían lentamente,
[hacían trampa
por alguna ventaja
insignificante,
la mentira era
el arma y la
trama estaba
vacía,
la oscuridad era
dictadora.

con cuidados, me permitía
sentir bien
a veces.
encontré momentos de
paz en cuartos baratos
simplemente contemplando
las perillas de algún
armario
o escuchando la
lluvia en la
oscuridad.
mientras menos necesitaba,
mejor me
sentía.

tal vez el otro modo de vida me
desgastó.
ya no encontré
glamour
en ganarle a alguien
en una conversación.
o en montar el
cuerpo de alguna pobre
mujer ebria
cuya vida se
había desvanecido
en la
desdicha.

nunca podría aceptar
la vida como era,
nunca podría engullir
todos sus
venenos
pero había partes,
pequeñas y mágicas partes
abiertas para
preguntar.

reformulé
no se cómo, cuando,
fecha, hora, todo
eso
pero el cambio
ocurrió.
algo en mí
se relajó, se
suavizó.
ya no tenía que
demostrar que era
un hombre,

no tenía que demostrar
nada.

comencé a ver cosas:
tazas de café alineadas
detrás del mostrador en una
cafetería
o un perro caminando
por la acera.
o la forma en la que el ratón
arriba de mi ropero
se detuvo ahí
con su cuerpo,
sus orejas,
su nariz,
estaba hecho,
un pedazo de vida
atrapada dentro de sí misma
y sus ojos me
miraron
y eran
hermosos.
después, se
fue.

comencé a sentirme bien,
comencé a sentirme bien
en las peores situaciones
y hubo muchas
de esas.
por ejemplo, el jefe
detrás de su escritorio,
estará obligado
a despedirme.

falté demasiados
días.
está vestido de
traje, corbata, lentes,
dice: "tendré que
dejarte ir".

"está bien", le
digo.

debe hacer lo que
debe hacer, tiene una
esposa, una casa, hijos.
gastos, probablemente
una novia.

lo siento por él,
está atrapado.

camino hacia el abrasante
sol.
todo el día es
mío
temporalmente,
de cualquier modo.

(todo el mundo está
ahorcando al mundo,
todos se sienten enojados,
estafados, engañados,
todos están desanimados,
desilusionados)

le di la bienvenida a
disparos de paz,
destrozados fragmentos de
felicidad.

acogí esas cosas
como al número más ardiente,
como tacones altos, senos,
canciones, las
obras.

(no me malinterpreten,
existe cierto optimismo bizco
que ignora todos
los problemas básicos sólo
porque
sí,
esto es un escudo y una
enfermedad)

el cuchillo se acercó a mi
garganta de nuevo,
casi enciendo el
gas
de nuevo,
pero cuando los buenos
momentos llegaron
de nuevo
no los combatí
como un adversario
de callejón.
los dejé tomarme,
los disfruté,
les di la
bienvenida.
incluso miré
al espejo
en el que alguna vez pensé
que yo era
feo,
ahora me gustó lo
que vi casi
guapo; sí,
un poco maltratado y
corroido,
cicatrices, hinchazones,
partes extrañas,
pero entre todo,
nada mal,
casi guapo,
al menos mejor que
algunos de esas caras de estrellas
de película,
como nalgas de
el trasero
de un bebé.

y finalmente descubrí
los verdaderos sentimientos
de otros,
sin anunciarse,
como ultimamente,
como esta mañana
cuando salía
al hipódromo,
vi a mi esposa en la cama,
sólo la forma
de su cabeza ahí
(sin olvidar
siglos de los vivos
y los muertos y
los agonizantes,
las pirámides,
Mozart muerto
pero su música todavía
ahí en la
habitación, hierba creciendo,
la tierra girando,
la camilla
esperándome)
vi la forma de la
cabeza de mi esposa,
ella está muy tranquila,
sufrí por su vida,
simplemente ahí
bajo las
sábanas.

la besé en la
frente,
bajé las escaleras,
salí,
entré a mi maravilloso
auto,
arreglé el cinturón de seguridad,
salí en reversa a la
calle,
sintiendo calidez desde
las puntas de los dedos,
hasta mi pie en el
acelerador,
entré al mundo
otra
vez,
manejé fuera de la
colina,
después de las casas
llenas y vacías
de
gente,
vi al cartero,
toqué el claxon,
el me saludó
de vuelta.

–Charles Bukowski - Let It Enfold You