sábado, 27 de noviembre de 2010

Hierve la sangre

Hoy mis mejillas,
hervidas de sangre
se enrojecieron.

Recuerdo la mano
bajo la que arde la mejilla
y cómo hierve la sangre.

Hierve la sangre
y recuerdo la miseria;
hierve la sangre
y yo retrocedo;
pierdo el camino
y hablo en lenguas.

Mira
cómo hierve la sangre
y vuelve el silencio.

Hoy me recordé
bajo el asedio
de la sangre:
muros desiertos
y sonrisas temporales;
recordé el asedio
de la sangre.

Hierve la sangre
y no lo permitiré
de nuevo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Pedazo de conciencia

La tristeza, temblor en el estómago. Temor; la sensación punzante de saber y caer y las consecuencias, y la niña ahí, ya no toma su brazo de madre, sino que convulsiona en el suelo; y la espera de la ambulancia, y la niña ahí, ya no un pedazo de conciencia, sino piel y huesos y músculos que se contraen sin saber y sin control; y un cerebro de niña y una fracción de conciencia atormentada. Ella, pedazo de conciencia, escuchó las voces en su cabeza. Al principio hablaban sin sentido, pero después gritaban. Ella, pedazo de conciencia, escuchó los gritos desde los siete años. Ella, pedazo de conciencia, bebió la mitad de una botella de cloro, atormentada por los gritos; su madre se distrajo y llegó demasiado tarde, apenas alcanzó a ver el cúmulo de huesos y piel y músculos que ya no era su hija y ya no era sino un bloque de carne convulsionante. Y ella, pedazo de conciencia, no respiró de nuevo y las voces no hablaron de nuevo. Y ella, pedazo de conciencia, nunca sintió de nuevo el beso cálido de la alfombra en su cuarto; y nunca escuchó los gritos de las voces que a veces decían la verdad.