No destruye,
desvanece.
Lo sé:
esta sombra
nunca se irá
porque es una sombra,
y las sombras no se van
nunca.
No sonrío con los labios,
sino con los dientes;
y escribo para no olvidar,
pero sí olvido,
y nunca recuerdo.
No recuerdo la época
en la que todo tenía sentido.
No recuerdo.
No recuerdo.
No recuerdo.
Y no recuerdo.
La distancia desvanece,
no destruye;
el tiempo es distancia,
el tiempo es silencio
y cada esperanza
es un grito
para oponerse
al desgarramiento.
Todo es complicado,
todo cambia al mismo color
de la misma forma
una y otra vez,
inevitablemente.
No es bello,
ni el cielo inspirador.
Lo sublime aterroriza
una y otra vez
inevitablemente.
Nos sentimos bien
por nuestra pequeñez
comparados con todo
una y otra vez,
comparamos cielos diferentes
y comentamos el clima,
Veracruz,
Colima,
San Luis,
zócalo,
plaza pública
con innumerables paseantes
de colores,
en el fondo son todos grises,
todos iguales;
los mismos gestos,
las mismas mentiras
una y otra vez
inevitablemente.
Ya no sé qué quería decir.
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