domingo, 3 de enero de 2010

α. Libertad absoluta

Lucía se pasó el humectante labial por los labios por quinta ocasión en la noche, dio un trago a su appletini y respiró profundamente el vapor pegajoso que emanaba de la pista de baile. La sensación resultante le humedeció los ojos y pintó un color rojo en sus mejillas escondido por el calor del lugar; Lucía sonrió para sí, con la intención de guardar el instante para siempre. El chico que había besado dos minutos antes se fue sin dejar su nombre atrás, el beso fue irrelevante para él; un pequeño paso en su desarrollo.

Ella, en cambio, tomó su copa después de besarlo para sustituir el contacto de los labios con el vidrio. Dio un trago casi instintivamente y después inspiró profundamente. A partir de su inhalación, un calor la invadió por dentro; diferente al calor del club nocturno (de la misma manera, el aire que inhaló no era el mismo aire viciado). Recordó a Cortázar: "la risa, ella sola puede cavar más hoyos útiles que todas las lágrimas sobre la tierra". La sensación después del beso perforaba la tierra y ascendía al mismo tiempo; Lucía era la punta de la perforación, el punto más bajo y el más alto simultáneamente; su espíritu se movía sin control, chocaba contra el centro de la tierra y cada golpe se convertía en una oleada de felicidad que se manifestaba lentamente a través de sus mejillas.

Un beso de dos minutos y medio inició el movimiento.

2 comentarios:

Alice dijo...

Nunca se sintió O. más libre que entre los brazos de la Maga y de los llantos de R. nunca más libre que cuando se encontraba aprisionado en ese cuarto sucio y mágico, bellamente desordenado. Fuera del beso no hay libertad, ni fuera del abrazo, ni fuera de la mirada, ni fuera de la bebida...fuera siempre fuera no hay.

Mondblüme dijo...

Y luego de dos minutos y medio más se olvida la sensación de los labios cálidos y todo fluye. Creo que así funciona.