Y cuando cesó el movimiento, él lloró por horas; rompió la barrera por dentro y soltó golpes contra la pared, se acostó en el piso y respiró aliviado. No fue el beso de Lucía, era cada espacio lleno de angustia lo que salió de sus ojos. Se miró en el espejo del baño: sus ojos eran diferentes.
El llanto drenó la angustia y el enojo, cada pensamiento suicida salió a gritos y lo dejó con una sensación de estabilidad que compensaba la turbulencia. Respiró profundamente y los ojos de Lucía aparecieron frente a él. El beso no lo hirió realmente, sólo fue el inicio de un nuevo movimiento
El llanto drenó la angustia y el enojo, cada pensamiento suicida salió a gritos y lo dejó con una sensación de estabilidad que compensaba la turbulencia. Respiró profundamente y los ojos de Lucía aparecieron frente a él. El beso no lo hirió realmente, sólo fue el inicio de un nuevo movimiento
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