Robar la eternidad por medio de un beso; poseer todas las posibilidades. Espectativas irreales: Lucía no lo sabe, pero el desenvolvimiento surge en los labios que entrega a ciegas. Contradictoriamente, quien recibe el beso lo encuentra insignificante porque lo obtiene sin buscarlo. El desenvolvimiento viene a él y lo toma como una marejada; lo pone en el camino de Lucía y él solamente toma el beso, lo presume con sus amigos y después lo olvida. Contradictoriamente, yo mataría por encontrarme en su lugar, pero no me corresponde: yo guardaría el beso porque el desenvolvimiento inicia en Lucía, pero ella no lo sabe.
Lucía sólo se entrega a ciegas y recibe una satisfacción inerciática; se desenvuelve en ella y me hiere por inercia. Ella no lo sabe, pero yo mataría por el beso que entregó el viernes pasado. Contradictoriamente, lo entrega a quien no le importa; me hiere en el proceso porque el sufrimiento se nivela: cada paso hacia adelante implica que el resto del mundo retroceda; el equilibrio se mantiene a costa del dolor ajeno, pero ella no lo sabe. Para ella el beso es relativamente insignificante; podría no tenerlo y sería lo mismo. Contradictoriamente, el beso me desenvolvería; sería todo para mí. Ella no lo sabe.
Ella sonríe mientras me cuenta que besó a un desconocido el viernes pasado; mi espíritu se desvanece en sus palabras: ella avanza con su relato; yo retrocedo. Somos uno en este sentido, ella debería estar triste para compensar el movimiento; pero yo lo estoy en su lugar. Lo único que la detiene es mi reacción: mis ojos húmedos, la incapacidad para verla a la cara y el tono de voz indiferente (forzado a sonar así). Ella toma mi mano y la acaricia; trata de compensar el daño, pero su movimiento perforó las posibilidades.
Ahora lo veo: ella sabe que me alejaré; tiene miedo de perderme de nuevo.
Lucía sólo se entrega a ciegas y recibe una satisfacción inerciática; se desenvuelve en ella y me hiere por inercia. Ella no lo sabe, pero yo mataría por el beso que entregó el viernes pasado. Contradictoriamente, lo entrega a quien no le importa; me hiere en el proceso porque el sufrimiento se nivela: cada paso hacia adelante implica que el resto del mundo retroceda; el equilibrio se mantiene a costa del dolor ajeno, pero ella no lo sabe. Para ella el beso es relativamente insignificante; podría no tenerlo y sería lo mismo. Contradictoriamente, el beso me desenvolvería; sería todo para mí. Ella no lo sabe.
Ella sonríe mientras me cuenta que besó a un desconocido el viernes pasado; mi espíritu se desvanece en sus palabras: ella avanza con su relato; yo retrocedo. Somos uno en este sentido, ella debería estar triste para compensar el movimiento; pero yo lo estoy en su lugar. Lo único que la detiene es mi reacción: mis ojos húmedos, la incapacidad para verla a la cara y el tono de voz indiferente (forzado a sonar así). Ella toma mi mano y la acaricia; trata de compensar el daño, pero su movimiento perforó las posibilidades.
Ahora lo veo: ella sabe que me alejaré; tiene miedo de perderme de nuevo.
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