miércoles, 24 de febrero de 2010

Descubrimiento

Where everyone floats,
you and I crash-land.
Where I see us in far away skies
I could not say where I am.

-Oceansize - Savant


Se cierra todo en el mismo punto. Todos juntos formamos una calle, y cada quién es una casa. Invitamos a los demás a visitarnos, les mostramos nuestros discos, tomamos café hecho en casa, ¿una galleta? Claro que puedes pasar al baño, tercera puerta a la derecha (y ojalá que haya cerrado la puerta de mi cuarto, porque está hecho un desastre). Pero nadie puede pasar de la sala. En la sala se mantienen las apariencias; esta cara que mostramos a los demás y que sabemos que es falsa y los demás saben que es falsa, pero nadie habla al respecto porque debemos mantener las apariencias.

La apariencia es la calle; el recorrido de fachadas en donde todos saben que lo que ven es falso, pero no hay que hablar al respecto. Podemos espiar el cuarto de alguien más por las ventanas (los ojos, obviamente), pero al final del día nadie puede pasar y verlo por sí mismo; sólo podemos adivinar si el estilo de la decoración del resto de la casa concuerda con el cuarto, pero nunca lo sabemos. Al final del día estamos solos, encerrados en nuestro cuarto mientras afuera la apariencia permanece.

Nuestras casas son pequeñas; maltratadas por el tiempo: todos estamos igual de rotos por dentro, pero nuestras fachadas son impecables. No podemos permitir que alguien vea que nuestro cuarto es un desastre donde nada está donde debería. Y por las noches quisiéramos poner todo en orden, pero para qué; el cansancio nos vence y pensamos que ya habrá otro día, tal vez alguien quiera entrar y ayudarnos. Pero cuando alguien se acerca demasiado al cuarto viene el pánico, porque en verdad todo está muy desarreglado; no, qué pena; qué tal que se roba algo; qué tal si sólo revuelve todo y lo deja peor. Al final del día el desorden sigue ahí y nos acostamos en posición fetal sobre la cama, pensando por qué no la dejé ayudarme, ahora tendré que esperar hasta mañana para arreglar esto un poco. Y ese mañana no viene, y mucho menos se acerca.

Lo único que puede salvarnos es el valor; el auto-respeto suficiente para permitir que alguien entre y nos ayude; quién sabe, tal vez todo se arregle; tal vez nos ayude lo suficiente para saber que las cosas sí pueden estar en orden y que no hay monstruos en el closet. Y quién sabe, tal vez quien se atreva a entrar encuentre que ese desorden es parecido al suyo y quiera unir las casas y tener un desorden para arreglar juntos. Quién sabe, tal vez todo se pueda arreglar poco a poco y la casa se vuelva habitable, a pesar de que todavía tendremos que mantener las apariencias. Y ya es hora de que abramos la puerta para limpiar ese desorden.

Esto es una analogía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo lo que está roto en mi interior forma parte de mi "apariencia", soy eso roto y eso "limpio", dejar que alguien conozca esos -cachitos- es un acto de fuerza y valentía. No cualquiera puede ver el desorden sin huir, se necesita de alguien que al ver el caos distinga el orden...de nuevo sólo es analogía