son llamas
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
–Octavio Paz - Piedra de Sol
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
–Octavio Paz - Piedra de Sol
–Estás loca. (Después del sexto trago al sexto vaso de vodka-tonic.)
–Claro que no, y lo sabes. Tú también quieres una salida fácil, sólo tienes que estirar la mano y tomarla.
–Pero no sé, no estoy seguro. (Volviendo al sillón junto a Cristina, con el corte asimétrico de cabello, el delineador de ojos marcado, labial rojo. En el fondo: post-rock poco comercial; guitarras muy distorsionadas, notoria desesperación en la voz del cantante, batería polirrítmica, estructura poco convencional.)
–Si tienes miedo, sólo dímelo. (Ella, conociendo perfectamente las debilidades del oponente. El orgullo en particular. Él sólo reaccionó con un destello fulgurante en los ojos [Explico: el destello demuestra que Cristina lo afecta. La acción resultante sólo es un intento por detener el curso de la conversación] Ella simplemente da otro trago a su quinto vodka de la tarde.)
–Obvio no. Sólo que pienso que es una pendejada. (Explico: Cristina y Luis faltaron ese día a la escuela. Compraron una botella de vodka y fueron a una de sus casas, donde no estaban los padres de ella y había media botella sobrante de la semana anterior, cuando hicieron exactamente lo mismo. Después de terminarse la mitad restante, abrieron el nuevo vodka y se besaron desinteresadamente [Explico: amigos, no amantes]. Cristina no propuso el pacto suicida hasta que sonó su canción favorita. Casualmente, también notó el estado de ebriedad de Luis, por lo que se arriesgó a proponerlo.)
–Una pendejada a la que le temes. (Ella, acercando su rostro al de Luis y mirándolo fijamente a los ojos, como observando el reflejo –y sólo el reflejo– de los miedos más profundos; viéndose reflejada en un reflejo, infinitamente, hasta descubrirse dentro de él: Cristina tiene los mismos miedos y quiere la misma salida fácil pero le tiene miedo al suicidio, infinitamente. Ella leyó sus ojos por veinte segundos, en los que él sintió la mirada y el juego infinito de espejos que llevó, infinitamente, a la unión absoluta de ambos.)
–Tienes bonitos ojos. (Explico: él notó un nuevo brillo en los ojos que lo observaban, similar al que impulsó al principio a Cristina para observar su mirada por veinte segundos, pero el brillo tenía sus diferencias, pues se trataba de ella y no de él; la diferencia era una especie de complementariedad que se sumó a la unión –ya dije, absoluta e infinita– de ambos dentro de él; una especie de baile etérico donde los cuerpos se anulaban y la idea del suicidio quedó atrás.)
Después el brillo mutuo en los ojos impulsó a Luis hacia los labios de Cristina, pero el beso no fue como los anteriores. Este en particular fue una representación de la unión –reitero: absoluta e infinita– de los dos. Los labios querían destruir por la fuerza los límites entre los dos; anular los cuerpos y las mentes y la idea del suicidio de una vez y para siempre, porque a partir de ese momento cada acción y cada gesto entre ellos tenía una reverberación eterna; cada movimiento de los labios y las lenguas era un acto de guerra en contra del otro, un intento de anular a todo menos esa unión absoluta e infinita de ambos en uno solo.
Después del beso ambos se vieron a los ojos. No dijeron nada, porque cualquier palabra sería insuficiente –y, sobre todo, innecesaria–. Sólo miraron mutuamente sus ojos antes de que ambos, simultáneamente, tomaran su vaso –o el del otro, ya no importaba– y bebieran. No fue la última vez que faltaron a clases.
–Claro que no, y lo sabes. Tú también quieres una salida fácil, sólo tienes que estirar la mano y tomarla.
–Pero no sé, no estoy seguro. (Volviendo al sillón junto a Cristina, con el corte asimétrico de cabello, el delineador de ojos marcado, labial rojo. En el fondo: post-rock poco comercial; guitarras muy distorsionadas, notoria desesperación en la voz del cantante, batería polirrítmica, estructura poco convencional.)
–Si tienes miedo, sólo dímelo. (Ella, conociendo perfectamente las debilidades del oponente. El orgullo en particular. Él sólo reaccionó con un destello fulgurante en los ojos [Explico: el destello demuestra que Cristina lo afecta. La acción resultante sólo es un intento por detener el curso de la conversación] Ella simplemente da otro trago a su quinto vodka de la tarde.)
–Obvio no. Sólo que pienso que es una pendejada. (Explico: Cristina y Luis faltaron ese día a la escuela. Compraron una botella de vodka y fueron a una de sus casas, donde no estaban los padres de ella y había media botella sobrante de la semana anterior, cuando hicieron exactamente lo mismo. Después de terminarse la mitad restante, abrieron el nuevo vodka y se besaron desinteresadamente [Explico: amigos, no amantes]. Cristina no propuso el pacto suicida hasta que sonó su canción favorita. Casualmente, también notó el estado de ebriedad de Luis, por lo que se arriesgó a proponerlo.)
–Una pendejada a la que le temes. (Ella, acercando su rostro al de Luis y mirándolo fijamente a los ojos, como observando el reflejo –y sólo el reflejo– de los miedos más profundos; viéndose reflejada en un reflejo, infinitamente, hasta descubrirse dentro de él: Cristina tiene los mismos miedos y quiere la misma salida fácil pero le tiene miedo al suicidio, infinitamente. Ella leyó sus ojos por veinte segundos, en los que él sintió la mirada y el juego infinito de espejos que llevó, infinitamente, a la unión absoluta de ambos.)
–Tienes bonitos ojos. (Explico: él notó un nuevo brillo en los ojos que lo observaban, similar al que impulsó al principio a Cristina para observar su mirada por veinte segundos, pero el brillo tenía sus diferencias, pues se trataba de ella y no de él; la diferencia era una especie de complementariedad que se sumó a la unión –ya dije, absoluta e infinita– de ambos dentro de él; una especie de baile etérico donde los cuerpos se anulaban y la idea del suicidio quedó atrás.)
Después el brillo mutuo en los ojos impulsó a Luis hacia los labios de Cristina, pero el beso no fue como los anteriores. Este en particular fue una representación de la unión –reitero: absoluta e infinita– de los dos. Los labios querían destruir por la fuerza los límites entre los dos; anular los cuerpos y las mentes y la idea del suicidio de una vez y para siempre, porque a partir de ese momento cada acción y cada gesto entre ellos tenía una reverberación eterna; cada movimiento de los labios y las lenguas era un acto de guerra en contra del otro, un intento de anular a todo menos esa unión absoluta e infinita de ambos en uno solo.
Después del beso ambos se vieron a los ojos. No dijeron nada, porque cualquier palabra sería insuficiente –y, sobre todo, innecesaria–. Sólo miraron mutuamente sus ojos antes de que ambos, simultáneamente, tomaran su vaso –o el del otro, ya no importaba– y bebieran. No fue la última vez que faltaron a clases.
2 comentarios:
I ve got you under my skin, I ve got you all over, I ve got you and you ve got me by the tip of your thongue.
Caray, el mejor momento: cuando las palabras no llenan, sobran. me recordó el título a una canción que me parte el alma, de las que más lo hacen en todo el mundo. Un pacto para vivir.
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