La cita en el café para evitar una escena: ojos cerrados, manos sudorosas, migajas de galleta en la mesa. María tomó un trago de su té-chai-latte saturado de azúcar, limpió sus labios y vio su celular buscando la hora, pero sólo como un reflejo, porque realmente no vio qué hora era. Siempre perdía la hora cuando esperaba, como si disfrutara la espera a pesar del ansia que la consumía por dentro.
Él llegó quince minutos tarde, porque
–no había lugar
para estacionarse. Se sentó frente a ella antes de que pudiera saludarlo y habló brevemente.
–Creo que esto no está funcionando. [mentira]
–Yo pienso lo mismo. [mentira]
Y así mentían ambos. María sintió cierta tranquilidad creciendo dentro de ella como árbol. No sabía por qué, pero se sintió en el punto más neutro posible. Juan se levantó y caminó por la calle mientras acomodaba su bufanda roja y María lloraba tranquilamente.
d e s p i e r t a
María despertó de golpe y se encontró ante Juan, que babeaba la almohada. Eran las seis de la tarde y habían dormido desde las cuatro.
–Despierta. Ya nos tenemos que ir.
–Soñé que nos veíamos en un café, pero nunca llegabas.
–Qué raro, yo soñé algo con un café. Recuerdo que tomé un té-chai, pero no me acuerdo de lo demás.
En realidad María no recordaba su sueño, pero el resto de la noche bailó junto a Juan ocultando su tristeza, aunque no sabía por qué se sentía así. Tampoco sabía de quíen era la voz que la despertó.
Él llegó quince minutos tarde, porque
–no había lugar
para estacionarse. Se sentó frente a ella antes de que pudiera saludarlo y habló brevemente.
–Creo que esto no está funcionando. [mentira]
–Yo pienso lo mismo. [mentira]
Y así mentían ambos. María sintió cierta tranquilidad creciendo dentro de ella como árbol. No sabía por qué, pero se sintió en el punto más neutro posible. Juan se levantó y caminó por la calle mientras acomodaba su bufanda roja y María lloraba tranquilamente.
d e s p i e r t a
María despertó de golpe y se encontró ante Juan, que babeaba la almohada. Eran las seis de la tarde y habían dormido desde las cuatro.
–Despierta. Ya nos tenemos que ir.
–Soñé que nos veíamos en un café, pero nunca llegabas.
–Qué raro, yo soñé algo con un café. Recuerdo que tomé un té-chai, pero no me acuerdo de lo demás.
En realidad María no recordaba su sueño, pero el resto de la noche bailó junto a Juan ocultando su tristeza, aunque no sabía por qué se sentía así. Tampoco sabía de quíen era la voz que la despertó.
3 comentarios:
Sueños malditos de tardes embrujadas, ocultan sus propias fábulas pero no sus tristes consecuencias.
----jampi
No me gusta despertar llorando.
Yo creo que la despertó el exceso de azúcar.
... o los ronquidos de Juan..
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