viernes, 12 de junio de 2009

Cosmopolitan Bloodloss

We are the most impassioned ugly people.

–Glassjaw - Cosmopolitan Bloodloss


Alguna vez el encuentro casual. Martini cosmopolitan, cebolla y no cereza. Vestido negro y mirada triste de mujer comprometida junto a la barra. Mándele un whisky al caballero de la corbata roja. Por supuesto, el negro y el rojo son símbolos de la monotonía en la que viven. Lo mismo las bebidas y su respectivo sobreprecio, los meseros exageradamente serviciales, la vista del bar hacia el resto de la ciudad. Ambos son personas de pocas palabras: veinte minutos después, la cuenta pagada y la mano en la cintura cubierta de negro.

Auto gris, de lujo, blindaje ligero, llantas anti-pinchadura. Jazz ácido contemporáneo, disco comprado en la caja de Starbucks. El camino es más ligero gracias al jazz a volumen moderado. Ella se muerde los labios mientras ve por la ventana; él se limita a conducir hacia su departamento. Sus labores también son símbolos: la mano derecha baja del volante hacia la pierna izquierda del vestido negro; ella responde acariciando su mano suavemente, pero con firmeza. Ambos se desean moderadamente. No sienten un incendio crecer dentro de ellos, sólo un ligero deseo de saber qué hay debajo del vestido y bajo la corbata; qué hay detrás de la puerta del departamento. Al mismo tiempo el temor de que no haya nada, así que no arriesgarse.

Por otra parte, hay poco tráfico, así que él acelera a ciento veinte, luego a ciento cuarenta, pero su auto se siente como si fuera a sesenta. Ella está tranquila porque el carro es muy estable y porque no muere de deseo. El lunes en la oficina se sentirá más relajada detrás de su escritorio (como trinchera) gracias a su one-night-stand del viernes por la noche. Muerde sus labios y mira por la ventana mientras su mano izquierda acaricia la mano derecha del conductor. No siente el deseo ardiendo por dentro, sino la esperanza de la tranquilidad próxima. Se siente casi agradecida porque el lunes no tendrá ese sentimiento de vacío mientras escriba informes y calcule impuestos. Respira profundamente el aire filtrado por el avanzado sistema del auto.

Mientras tanto, cincuenta metros más adelante, la luz ámbar del semáforo se convierte en roja. No hay espacio suficiente para frenar. Además nadie pasa por esa calle a estas horas, así que acelera a ciento sesenta. La velocidad lo relaja; sustituye ese deseo incendiante que no tiene por su acompañante, pero aun así acaricia su pierna porque sabe que el esfuerzo para obtener un departamento caro y un carro decente le puede conseguir una mujer así. Se siente satisfecho con las cosas que ha conseguido a pesar de alejarse de todas las personas que conoce. Ya no le importa, sólo hunde el pie en el acelerador para pasar rápido por esa calle por la que nadie pasa a esta hora y evitar el choque. Llegará a su casa, se acostará con ella y dejará la tensión y la angustia atrás.

Lo único que los detuvo fue un carro familiar de precio razonable que sí pasó por esa calle a esa hora. El impacto rompió los cuellos –uno cubierto de rojo; el otro de negro– de los pasajeros y suspendió los planes de ambos, que ahora descansan en cajas de lujo en un cementerio privado.

1 comentario:

Pachu dijo...

Hace harto no leía una descripción que me mantuviera al borde del asiento, gracias.

La esperanza de tranquilidad, de paz, de serenidad es lo que a muchos nos mantiene en movimiento.