Supongo que en cierto modo no. Digo, no quería el tercer trago de vodka, pero lo tomé. No quería besarla. Por lo menos no al principio. Después estaba demasiado ebrio para manejar. No quería, pero manejé por media hora en busca de otro bar. Todos menos ella me caían mal, pero tenía que aguantarlos por cortesía. Nunca quise ser cortés, pero debía. Cuando llegamos al bar me compraron otro vodka porque era el conductor. Ya no quería beber, pero sería descortés no aceptarlo. Ella de cualquier forma no me hacía caso por sus amigos, así que hablé con el vaso y luego con el fondo.
Después la besé. Dijo algo como que le alegraba mi presencia y me quería. Yo sólo la besé y ella me besó. Nos besamos. Cada quien fue a su respectiva casa, menos ella y yo. Fuimos hasta una zona desierta de Santa Fe. Estaba muy oscuro y de pronto el camino pavimentado se terminaba. Nos acostamos sobre el cofre del carro para ver las estrellas, pero no se veían. Igual vimos el cielo por un rato, ambos temblando de frío y el mundo temblando por el vodka.
La llevé a su casa, pero ella me invitó a pasar. Eran las cuatro de la mañana, pero entré aunque realmente quería dormir. La besé y la llevé a su cuarto. No quería acostarme con ella, pero me di cuenta demasiado tarde. Desperté ante un desayuno necesariamente grasoso y un necesario dolor de cabeza. Ella me besó en la mejilla y sonrió.
–¿Dormiste bien?
–Creo que sí.
–Ebrio. Pero obvio la pasaste bien.
–Pues sí, pero me tengo que ir.
–¿No quieres quedarte conmigo?
–No puedo. Tengo cosas que hacer.
No quería mentirle, pero era la forma más fácil de irme sin drama. Le dije que la llamaría después, pero no quería hacerlo. No lo hice.
Después la besé. Dijo algo como que le alegraba mi presencia y me quería. Yo sólo la besé y ella me besó. Nos besamos. Cada quien fue a su respectiva casa, menos ella y yo. Fuimos hasta una zona desierta de Santa Fe. Estaba muy oscuro y de pronto el camino pavimentado se terminaba. Nos acostamos sobre el cofre del carro para ver las estrellas, pero no se veían. Igual vimos el cielo por un rato, ambos temblando de frío y el mundo temblando por el vodka.
La llevé a su casa, pero ella me invitó a pasar. Eran las cuatro de la mañana, pero entré aunque realmente quería dormir. La besé y la llevé a su cuarto. No quería acostarme con ella, pero me di cuenta demasiado tarde. Desperté ante un desayuno necesariamente grasoso y un necesario dolor de cabeza. Ella me besó en la mejilla y sonrió.
–¿Dormiste bien?
–Creo que sí.
–Ebrio. Pero obvio la pasaste bien.
–Pues sí, pero me tengo que ir.
–¿No quieres quedarte conmigo?
–No puedo. Tengo cosas que hacer.
No quería mentirle, pero era la forma más fácil de irme sin drama. Le dije que la llamaría después, pero no quería hacerlo. No lo hice.
2 comentarios:
Lo mejor es que no querías. ¿Y, si hubieras querido, qué?
De haberlo querido hubiera tenido que pensar en el vodka y sobre si fue cortez y sobre lo dificil que es negarse y ponerse a decidir.
Stmol
Publicar un comentario