martes, 12 de abril de 2011

Miedo

Le creímos. Cuando nos dijo que regresaría en veinte minutos, le creímos. Malditas sean las navajas. No regresó. Lo que ahora recuerdo de él es una cara rígida con los ojos cerrados; las manos sobre el pecho. ¿Por qué los muertos deben tener las manos sobre el pecho? ¿Qué gano con saber que todavía tiene las manos pegadas al cuerpo? Eso son los muertos: partes de un cuerpo unidas por alguna razón. Pero él no es esa cosa que enterramos. Durante la misa nos dijeron eso. Le creímos al sacerdote de la misma forma en la que le creímos a él cuando dijo que volvería. Regresó un cuerpo perforado que ya no era él.

Él es sólo un recuerdo desmantelado. Desmantelado porque ya no recuerdo la forma en la que me molestaban sus modos. Está muerto, con las manos sobre el pecho en un terco afán de mostrar que todavía es un cuerpo completo, pero muerto. El recuerdo está desmantelado. Desmantelado porque ahora sólo pensamos en lo amable que era, y lo bueno, y cómo siempre llegaba a tiempo. Pero sus modos siempre me parecían (parecían; ya no) molestos. Siempre tenía ese tono de somnolencia cuando hablaba. Siempre acariciaba mi cabello en una forma molesta. Nunca fue cariñoso con su esposa. Pero  el recuerdo está desmantelado. La muerte desmanteló al recuerdo. Hace dos días soñé con él. Me pidió prestado un pañuelo (no tengo pañuelo) y no me lo devolvió. Pero el sueño ahora está desmantelado; ya tiene un nuevo significado que no comprendo.

El sueño es misterioso. Ahora lo veo como un jarrón negro frente a un fondo turbulento. Él es el fondo que no puedo ver. El jarrón es el nuevo significado. Quizá si él siguiera vivo, entendería el sueño, pero los sueños sobre los muertos se tratan sobre eso; sobre ese misterio diseñado para confundirnos; despertar a mitad de la noche y pensar que sigue vivo, que está en su cuarto y ronca, que mañana acariciará mi cabello y me molestaré. Pero sólo hay silencio y la dificultad para volver a dormir. Lo peligroso de las pesadillas es que nos roban energía después. Nos roban las noches y los días y después ya no hay suficiente tiempo para recuperarse. Uno nunca se recupera de un mal sueño y nunca se recupera de las manos ajenas sobre el pecho. Miedo.

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