La tormenta vendrá
sobre los valles de flores
y los campos de cultivo
con dientes de fuego
entre la hierba.
Seis cielos después
la tormenta quemará
los frutos de la tierra
como una serpiente
bajando del cielo.
La guerra incendiará los campos de flores;
la sangre de diez mil guerreros
inundará los campos de flores.
Mil cielos después
no quedará rastro alguno
ni sombras de nuestros padres,
sólo se escuchará
el furibundo grito del viento desbocado
sobre lo que alguna vez llamamos patria.
Así lo dejó dicho Axctlactun
en el año seis-fuego.
–Anónimo - Ixtlactuan
lunes, 28 de diciembre de 2009
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Heart is lead
I am not the picture,
now I am the frame.
–Oceansize - The Frame
now I am the frame.
–Oceansize - The Frame
Callar a la voz
que apaga los dientes
y consume sonrisas.
Callarla por siempre;
limpiarme
de sus letras sucias,
de su saliva sobre mis ojos;
quitar para siempre
su cadena de mi cuello,
su frío de mis rodillas.
No puedo comer,
ni dormir
hasta que la voz
desaparezca;
hasta que haya silencio
y respire profundo
y expulse su veneno
por mil años
de una vez y para siempre.
No volverá
diciendo de nuevo:
poseo todo lo que amas,
y lo hundiré en fuego
y migraña;
y tú volverás al suelo
donde tu espíritu pertenece;
no eres digno
de lo que tienes.
La voz se callará para siempre
o dejaré que el hambre me mate;
que la falta de sueño
trastorne la memoria
(la memoria, aguijón de porcelana)
y las paredes me traguen.
Ahogaré el hálito
con cada fuego de mi alma;
nunca veré su aliento congelado,
ni sentiré otra vez
la punzante presión
en mi pecho.
Escúchame:
no caeré ante ella de nuevo.
jueves, 10 de diciembre de 2009
Uno menos uno
uno:
Los ojos son la punta del iceberg,
miran mis manos
y se inundan del brillo
caótico
que lucha por salir.
Arrastrada por la inercia
de su deseo,
busca mis labios
como cenote
bajo el desierto:
apaga la sed en mis labios
apaga su sed con mis labios
apaga mi sed con sus labios.
La sed se extingue.
cero:
La unión diluye los cuerpos
convulsivamente.
Luces apagadas para siempre,
respiraciones matematizadas,
interminables progresiones
de pies paralelos
cruzando la calle;
incontables uniones
simultáneas
ocurriendo en otros lugares,
cada uno de ellos
sintiéndose único,
todos ellos pensarán
que nadie alcanza sus alturas,
sus pies son de vapor
y las manos de cascada,
y sus mundos son cuerpos
cerrados sobre sí mismos,
comple mentarios
y diluidos.
Los ojos son la punta del iceberg.
Los ojos son la punta del iceberg,
miran mis manos
y se inundan del brillo
caótico
que lucha por salir.
Arrastrada por la inercia
de su deseo,
busca mis labios
como cenote
bajo el desierto:
apaga la sed en mis labios
apaga su sed con mis labios
apaga mi sed con sus labios.
La sed se extingue.
cero:
La unión diluye los cuerpos
convulsivamente.
Luces apagadas para siempre,
respiraciones matematizadas,
interminables progresiones
de pies paralelos
cruzando la calle;
incontables uniones
simultáneas
ocurriendo en otros lugares,
cada uno de ellos
sintiéndose único,
todos ellos pensarán
que nadie alcanza sus alturas,
sus pies son de vapor
y las manos de cascada,
y sus mundos son cuerpos
cerrados sobre sí mismos,
comple mentarios
y diluidos.
Los ojos son la punta del iceberg.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Un pacto
son llamas
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
–Octavio Paz - Piedra de Sol
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
–Octavio Paz - Piedra de Sol
–Estás loca. (Después del sexto trago al sexto vaso de vodka-tonic.)
–Claro que no, y lo sabes. Tú también quieres una salida fácil, sólo tienes que estirar la mano y tomarla.
–Pero no sé, no estoy seguro. (Volviendo al sillón junto a Cristina, con el corte asimétrico de cabello, el delineador de ojos marcado, labial rojo. En el fondo: post-rock poco comercial; guitarras muy distorsionadas, notoria desesperación en la voz del cantante, batería polirrítmica, estructura poco convencional.)
–Si tienes miedo, sólo dímelo. (Ella, conociendo perfectamente las debilidades del oponente. El orgullo en particular. Él sólo reaccionó con un destello fulgurante en los ojos [Explico: el destello demuestra que Cristina lo afecta. La acción resultante sólo es un intento por detener el curso de la conversación] Ella simplemente da otro trago a su quinto vodka de la tarde.)
–Obvio no. Sólo que pienso que es una pendejada. (Explico: Cristina y Luis faltaron ese día a la escuela. Compraron una botella de vodka y fueron a una de sus casas, donde no estaban los padres de ella y había media botella sobrante de la semana anterior, cuando hicieron exactamente lo mismo. Después de terminarse la mitad restante, abrieron el nuevo vodka y se besaron desinteresadamente [Explico: amigos, no amantes]. Cristina no propuso el pacto suicida hasta que sonó su canción favorita. Casualmente, también notó el estado de ebriedad de Luis, por lo que se arriesgó a proponerlo.)
–Una pendejada a la que le temes. (Ella, acercando su rostro al de Luis y mirándolo fijamente a los ojos, como observando el reflejo –y sólo el reflejo– de los miedos más profundos; viéndose reflejada en un reflejo, infinitamente, hasta descubrirse dentro de él: Cristina tiene los mismos miedos y quiere la misma salida fácil pero le tiene miedo al suicidio, infinitamente. Ella leyó sus ojos por veinte segundos, en los que él sintió la mirada y el juego infinito de espejos que llevó, infinitamente, a la unión absoluta de ambos.)
–Tienes bonitos ojos. (Explico: él notó un nuevo brillo en los ojos que lo observaban, similar al que impulsó al principio a Cristina para observar su mirada por veinte segundos, pero el brillo tenía sus diferencias, pues se trataba de ella y no de él; la diferencia era una especie de complementariedad que se sumó a la unión –ya dije, absoluta e infinita– de ambos dentro de él; una especie de baile etérico donde los cuerpos se anulaban y la idea del suicidio quedó atrás.)
Después el brillo mutuo en los ojos impulsó a Luis hacia los labios de Cristina, pero el beso no fue como los anteriores. Este en particular fue una representación de la unión –reitero: absoluta e infinita– de los dos. Los labios querían destruir por la fuerza los límites entre los dos; anular los cuerpos y las mentes y la idea del suicidio de una vez y para siempre, porque a partir de ese momento cada acción y cada gesto entre ellos tenía una reverberación eterna; cada movimiento de los labios y las lenguas era un acto de guerra en contra del otro, un intento de anular a todo menos esa unión absoluta e infinita de ambos en uno solo.
Después del beso ambos se vieron a los ojos. No dijeron nada, porque cualquier palabra sería insuficiente –y, sobre todo, innecesaria–. Sólo miraron mutuamente sus ojos antes de que ambos, simultáneamente, tomaran su vaso –o el del otro, ya no importaba– y bebieran. No fue la última vez que faltaron a clases.
–Claro que no, y lo sabes. Tú también quieres una salida fácil, sólo tienes que estirar la mano y tomarla.
–Pero no sé, no estoy seguro. (Volviendo al sillón junto a Cristina, con el corte asimétrico de cabello, el delineador de ojos marcado, labial rojo. En el fondo: post-rock poco comercial; guitarras muy distorsionadas, notoria desesperación en la voz del cantante, batería polirrítmica, estructura poco convencional.)
–Si tienes miedo, sólo dímelo. (Ella, conociendo perfectamente las debilidades del oponente. El orgullo en particular. Él sólo reaccionó con un destello fulgurante en los ojos [Explico: el destello demuestra que Cristina lo afecta. La acción resultante sólo es un intento por detener el curso de la conversación] Ella simplemente da otro trago a su quinto vodka de la tarde.)
–Obvio no. Sólo que pienso que es una pendejada. (Explico: Cristina y Luis faltaron ese día a la escuela. Compraron una botella de vodka y fueron a una de sus casas, donde no estaban los padres de ella y había media botella sobrante de la semana anterior, cuando hicieron exactamente lo mismo. Después de terminarse la mitad restante, abrieron el nuevo vodka y se besaron desinteresadamente [Explico: amigos, no amantes]. Cristina no propuso el pacto suicida hasta que sonó su canción favorita. Casualmente, también notó el estado de ebriedad de Luis, por lo que se arriesgó a proponerlo.)
–Una pendejada a la que le temes. (Ella, acercando su rostro al de Luis y mirándolo fijamente a los ojos, como observando el reflejo –y sólo el reflejo– de los miedos más profundos; viéndose reflejada en un reflejo, infinitamente, hasta descubrirse dentro de él: Cristina tiene los mismos miedos y quiere la misma salida fácil pero le tiene miedo al suicidio, infinitamente. Ella leyó sus ojos por veinte segundos, en los que él sintió la mirada y el juego infinito de espejos que llevó, infinitamente, a la unión absoluta de ambos.)
–Tienes bonitos ojos. (Explico: él notó un nuevo brillo en los ojos que lo observaban, similar al que impulsó al principio a Cristina para observar su mirada por veinte segundos, pero el brillo tenía sus diferencias, pues se trataba de ella y no de él; la diferencia era una especie de complementariedad que se sumó a la unión –ya dije, absoluta e infinita– de ambos dentro de él; una especie de baile etérico donde los cuerpos se anulaban y la idea del suicidio quedó atrás.)
Después el brillo mutuo en los ojos impulsó a Luis hacia los labios de Cristina, pero el beso no fue como los anteriores. Este en particular fue una representación de la unión –reitero: absoluta e infinita– de los dos. Los labios querían destruir por la fuerza los límites entre los dos; anular los cuerpos y las mentes y la idea del suicidio de una vez y para siempre, porque a partir de ese momento cada acción y cada gesto entre ellos tenía una reverberación eterna; cada movimiento de los labios y las lenguas era un acto de guerra en contra del otro, un intento de anular a todo menos esa unión absoluta e infinita de ambos en uno solo.
Después del beso ambos se vieron a los ojos. No dijeron nada, porque cualquier palabra sería insuficiente –y, sobre todo, innecesaria–. Sólo miraron mutuamente sus ojos antes de que ambos, simultáneamente, tomaran su vaso –o el del otro, ya no importaba– y bebieran. No fue la última vez que faltaron a clases.
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