Tú, pastor de esperanzas, los conduces a través de montañas que no conoces. Y ellos te escuchan, pero no existes; sólo eres un medio para salvarlos. Inundaré los valles que alguna vez recorriste con aguas coléricas; saquearé las cavernas en donde te refugias. El único lugar en donde puedes salvarlos es la cima de la montaña. Los guiarás en la subida eternamente.
No fue una elección. Recorrí los caminos construidos por los hombres tratando de advertirles, pero no escucharon. Por siete años las olas aumentaron su tamaño y arrastraron cada vez más peces muertos hacia la costa, pero no escucharon. Escalamos la montaña desde la que se veía el valle y el mar colérico. Daniela se rompió el tobillo en el camino y tuve que cargarla sobre mi espalda hasta la cima. Cada parte de la montaña tenía un nombre, pero no lo recuerdo. Sentí la miseria mientras hundía mis manos en el lodo para subir. No descansé hasta que Daniela pudo caminar.
Los cazadores fueron a buscar comida antes de que el mar inundara todo por completo. Tenían razón, no debíamos arriesgarnos. María era una cazadora con un arco delgado; era frágil y siempre tenía calor. Yo la cuidaba, aunque ella se podía cuidar sola. Cazaba sola y miraba hacia el cielo gris, esperando algún ave que nunca llegaría. No me habló nunca.
Los conduje a través del valle y Daniela se quedó en la cima, peleando contra el fantasma de su amante muerto. Tuve que rescatarla días después, todavía con el tobillo roto y siempre sonriente. Guardó silencio mientras el valle se inundaba. Vimos la inundación global desde la cima de la montaña. Todos sobrevivieron gracias a mí, pero yo sólo tenía que salvarlos. Después desaparecí y nadie lo notó. Sentí la miseria cuando desperté.
No fue una elección. Recorrí los caminos construidos por los hombres tratando de advertirles, pero no escucharon. Por siete años las olas aumentaron su tamaño y arrastraron cada vez más peces muertos hacia la costa, pero no escucharon. Escalamos la montaña desde la que se veía el valle y el mar colérico. Daniela se rompió el tobillo en el camino y tuve que cargarla sobre mi espalda hasta la cima. Cada parte de la montaña tenía un nombre, pero no lo recuerdo. Sentí la miseria mientras hundía mis manos en el lodo para subir. No descansé hasta que Daniela pudo caminar.
Los cazadores fueron a buscar comida antes de que el mar inundara todo por completo. Tenían razón, no debíamos arriesgarnos. María era una cazadora con un arco delgado; era frágil y siempre tenía calor. Yo la cuidaba, aunque ella se podía cuidar sola. Cazaba sola y miraba hacia el cielo gris, esperando algún ave que nunca llegaría. No me habló nunca.
Los conduje a través del valle y Daniela se quedó en la cima, peleando contra el fantasma de su amante muerto. Tuve que rescatarla días después, todavía con el tobillo roto y siempre sonriente. Guardó silencio mientras el valle se inundaba. Vimos la inundación global desde la cima de la montaña. Todos sobrevivieron gracias a mí, pero yo sólo tenía que salvarlos. Después desaparecí y nadie lo notó. Sentí la miseria cuando desperté.