Pero este inicio de la formación [=científico]
tendrá que dejar paso, en seguida, a la seriedad
de la vida pletórica, la cual se adentra
en la experiencia de la cosa misma.
tendrá que dejar paso, en seguida, a la seriedad
de la vida pletórica, la cual se adentra
en la experiencia de la cosa misma.
—G. W. F. Hegel - Fenomenología del espíritu, 1.1
1. Atardecer
Y ella, con el calor aminorante, tomó su cabello y lo recogió por décima vez en la tarde. A contraluz, lo único visible era un esbozo granulado de su sonrisa. Sonreía. El sol se enrojecía como hierro ardiente, poco a poco [danza molecular: un ataque interminable a los ojos y los nervios y el cerebro; y los impulsos nerviosos que graban el recuerdo como hierro ardiente], circularmente. El escenario es un libro abierto, pero las páginas no están en blanco. La vida no es un libro; está más allá.
2. Más allá
Huxley decía que el sol en el Golfo de México se enrojecía de forma distinta. No lo sé. Nunca vi el sol en el Golfo de México porque estoy inmerso en el tiempo. Estar en el tiempo es, ineludiblemente, estar condenado a la finitud. La finitud es vulnerabilidad. La vulnerabilidad se esconde adentro. Pero la vida ocurre allá afuera, éxtasis; estar ahí, hacer cosas, decir cosas, pensar cosas. Allá afuera es donde la vida ocurre —siempre afuera— y la vulnerabilidad abre paso al sol y al recuerdo. Siempre afuera. Adentro hay un eterno rebotar entre paredes blancas; inevitablemente, el rebote romperá una lámpara o un foco o la televisión y habrá que salir. Y la vulnerabilidad se puede esconder en el carro, pero los focos y las televisiones se compran afuera [en donde ocurre la vida]. Y la vida puede gastarse en rebotar o en estar afuera, y en ambos casos se termina porque vivir es la inmersión en el tiempo, etcétera.
3. Abandono
Amé. En contra de la pared en la que reboto y el eterno grito en contra de la puerta que lagrimea, amé. La vida que ocurre allá afuera conspira en contra de la vulnerabilidad. El deseo de salir y estar en medio de la gente colorida. Comprar un globo. Sonreír. Sentir el cerebro que segrega dopamina. La atención enfocada en un punto específico [producto indirecto de la dopamina]. El punto cambia de color. El deseo de ver. De mirar en todas direcciones al mismo tiempo. Estar afuera, entre el color y el pánico. Estar ahí, comprar un globo, ver cosas, hacer cosas, decir cosas. En contra de todo instinto primitivo; en contra de la propia protección, estar ahí, afuera; estar en donde las cosas ocurren, en donde la gente converge y choca entre ella; en donde unos se comen a los otros con la mirada [mecanismo de protección: aumentar los defectos ajenos para esconder los propios]. Pero amé. Antes del encierro entre estas paredes blancas, corrí el riesgo y amé.
4. Ruptura
Tengo una lámpara, una silla, una televisión, una mesa, una cama, un sillón; tengo cosas. Las utilizo para hacer cosas. Hago cosas para tener cosas que decir. Digo cosas para ir más allá de las cosas. Digo cosas para que sean escuchadas. Si son escuchadas, las cosas que digo tienen sentido. El sentido es distinto de las cosas que digo. Escucho las voces de otros que dicen cosas. Las cosas que dicen, si las escucho, tienen sentido. Escucho con la atención que cabe en mi espíritu [el espíritu: esa cosa que anima las cosas materiales; les da movimiento y, con suerte, les da sentido]. El sentido va más allá de las cosas que escucho. El acto de tomar una mano es el sentido. Está afuera, no en medio de mi lámpara y la televisión. Estar afuera, en medio de la gente, es el sentido en su mayor flagrancia posible. El sentido resplandece, pero es más fácil apartar la vista, porque estar afuera es exponer la propia vulnerabilidad.
5. Escape
Estar afuera. Romper la lámpara es sólo un pretexto. El sentido brilla. Siempre está ahí. Siempre acribilla nuestros ojos en una danza molecular; y de ahí al ojo; y de ahí al nervio; y de ahí al cerebro, y el recuerdo grabado en la memoria como hierro ardiente. Pero el sentido está más allá del recuerdo. ¿Qué caso tiene que exista un sol si siempre es de noche? Pero todo lo contrario, allá afuera es en donde ocurre la vida. El día y la noche sólo son un pretexto para salir de las paredes blancas y estar afuera. Vivir. Esa noción que nunca comprenderemos, pero sabemos que puede terminar. Estar ahí es existir. Existir es una inmersión en el tiempo. Finitud. Vulnerabilidad. Miedo. Pero el sentido no se aparece en el recuerdo. El sentido sólo existe afuera, porque sólo allá afuera existe la libertad. Y no importa el número de ventanas que haya, porque ver hacia afuera no es lo mismo que estar afuera. El sentido de las cosas que se dicen sólo resplandece [sólo es visible] cuando están ahí. La vida pletórica, con todos sus colores y sonidos. La vida pletórica, con su miedo y sus ruidos. Ése es el paraíso. Ahí ocurre la vida. Pero es más fácil encerrarse. Es más fácil cerrar un ojo ante el sentido que brilla. Sí, el sol [como el sentido] siempre está ahí; pero igual nos da miedo voltear la vista hacia él. Pero allá afuera es donde ocurre la vida; donde hay que existir antes de que la finitud cobre el precio de la cobardía.
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