sábado, 17 de septiembre de 2011

Y todo es vida

La pared contra la que estrello la frente, y el vidrio sobre el que resbala mi brazo izquierdo y una porción de mi frente apoyada en el vidrio, y cómo se apoya la cabeza en cualquier cosa cuando uno está triste: un hombro, otra cabeza, la pared, una ventana, la puerta del auto, la palma de la mano izquierda, una almohada y dejarse arrastrar por un río de lágrimas. Río de lágrimas. Uno puede ahogarse en un río de lágrimas, y la posición fetal, y la miseria permanente, y el reloj que avanza; pero uno se puede estancar para siempre en el río de lágrimas. El encierro voluntario, porque afuera no pasa nada. Pero mejor la inmovilidad que el movimiento forzado. Mejor estancarse en un río propio que moverse por empujones ajenos. Y uno puede salir a respirar y sonreír y drenar el aburrimiento de las venas. Sentir que el agua llega a los pulmones y sentir que el incendio se apaga por dentro. Pero eso no es todo.

Conducir un auto con dirección hacia el poniente en el atardecer y admirar el color de los brazos. El repetidísimo ritual en el que el café cargado levanta el ánimo. Escribir sobre la propia piel, y uno puede extenderse por años y embriagarse y dejar que el frío llegue hasta los pulmones. Sentir que el incendio se apaga y se enfría y lo único que queda es el recuerdo de que algo pasó; algo grande. En algún lugar, pasa algo interesante y el sol brilla y la vida tiene sentido. La certeza de que nada es nuevo y por eso somos completamente libres. La noticia del tumor y las ganas de estrellar el auto. ¿Por qué la muerte cercana hace que todos quieran vivir al máximo vivir al límite con todo el corazón aprovechar todas las oportunidades crecer para siempre vivir? No pasa eso con la muerte lejana porque no se le teme a la muerte. En serio, nadie le teme a la muerte hasta que toca la puerta quién la muerte ah no no la queremos pero soy la muerte y nadie se escapa de la longitud de mis dedos mire ah sí sus dedos son muy largos y no hay forma de escapar de ellos porque nadie escapa de la muerte porque todo lo que vive debe de morir porque la vida se trata de cómo nos morimos poco a poco porque el miedo y porque no tientes a la muerte que ahí está y toca la puerta quién la muerte ah sí la muerte que todos nos tenemos que morir pero no te asustes porque falta mucho y viviremos mucho tiempo y seremos felices y el sol y mis flores y que todo es muerte porque todo es vida.

Y todo es vida. Y todo lo que tengo es esta vida que algún día se desvanecerá entre la tierra y entre el mar contaminado que engullirá mis cenizas y mi historia. Y seré uno más, irrelevante aunque se recuerde mi nombre. Irrelevante porque no seré el primero en morir y desvanecerse y en tener muchos el-mejor-día-de-mi-vida. Irrelevante porque ya pasó antes; todos quisimos cambiar al mundo y nos dimos cuenta de que ni siquiera comprendemos al mundo. Y quisimos hallarnos y fracasamos. Y quisimos matarnos y amarnos y ser amados y sonreír y llorar y drenar la miseria de nuestras venas. Cuando muera, mi muerte será irrelevante, porque la muerte no es nada especial. Sólo es un día distinto y la tristeza como mecanismo para adaptarse a las nuevas circunstancias. Porque eso es la tristeza. La tristeza es un estado. La alegría es un estado. La angustia, la dicha, el terror y todo lo demás es un estado. La felicidad es algo distinto que no comprendemos. La vida es algo que no comprendemos. No comprendemos la muerte y no comprendemos nada.