martes, 16 de octubre de 2018

Pesadillas

Jaqueline Winter Thomas describe a una persona que, en sueños lúcidos, pregunta a los elementos de sus sueños qué significan. En lugar de interpretar los símbolos, la persona deja hablar al sueño y explicar su propio sentido.



JWT: "I have no one to tell my sadness. Even if we could meet again you wouldn’t know me, with my dusty face, my temples coated with frost. At night in a dark dream I suddenly found myself home. By the small window you were combing your hair. We looked at each other without words, just a thousand lines of tears. I know you’ll wait for me each year in that heartbreak place, through nights of brightmoon, under the dwarfpine by your mound."



Anne Carson: "My brother once showed me a piece of quartz that contained, he said, some trapped water older than all the seas in our world. He held it up to my ear. 'Listen,' he said, 'life and no escape.'"



Pregunté a las personas en mis sueños cómo se siente existir como una proyección de mi inconsciente. Si saben, por así decirlo, que no existen realmente. Que su comportamiento podría, tal vez, corresponder con su contraparte real.

A veces recibo una mirada de confusión. A veces recibo una respuesta. Una de las figuras centrales en mi formación respondió: no, no soy, pero esto es lo que quisieras.



Jung decía que la presencia de símbolos en los sueños corresponde a arquetipos elementales. Todos los símbolos tendrían un significado. Probarse sombreros: ansiedad sobre embarazos no deseados. Búhos: sentirse vigilado.



Hace unos meses soñé que moría de un infarto. Sentí cómo me separaba del cuerpo. Vi un camino vertical cubierto de flores y un círculo rodeado por plantas. Caminé hacia arriba. Cuando entré al círculo supe que estaba otro modo de existir. No había tiempo, pero sí espacios en donde se concentraba la existencia. Algo así; no sabría explicarlo. Había ángeles con la forma de animales distintos al mismo tiempo. El sueño mismo me dijo que el lugar que visité tenía una apariencia distinta, pero no la comprendería.



Hace dos semanas soñé que moría y desperté en el infierno. No había sufrimiento activo, ni fuego, ni el eterno rechinar de dientes. Era algo así como un edificio de departamentos en un complejo relativamente lujoso. Uno de los empleados me dijo que no merecía el sufrimiento eterno, pero tampoco el lugar que visité. Era un lugar gris, en donde había tiempo y pasatiempos como canchas de tennis y centros comerciales. Había luz de sol filtrada por ventanas. Podía socializar con otras personas: su posición moral era tan mediocre como la mía. Las paredes eran grises. Eso era el infierno: la vida sin la esperanza de escape.

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